Un fantasma recorre Europa y no es el del comunismo, liquidado hace veinte años, sino el de la desaceleración económica, la recesión y todos los demás ingredientes que esta crisis trae consigo.
Se nos dijo que con la caída del Muro de Berlín una nueva era de prosperidad, felicidad y bienestar se derramaría por el mundo como una bendición celestial; lo malo es que nos lo creímos y nos pusimos a tirar la casa por la ventana en el convencimiento de que el dinero fluiría siempre a manos llenas.
Hubo gobiernos que alentaron esto con insistentes pronunciamientos de que todo iba bien, de que vivíamos en el mejor de los mundos posibles y así seguiría siendo. Pero no.
Vente años después de la caída del Muro, Europa entera está en uno de sus peores momentos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y en esto todos tenemos algo de culpa, quienes nos gobiernan por no preveer que tras las vacas gordas llegarían las flacas y nosotros por entregarnos a las delicias de la sociedad de consumo, gastando lo que evidentemente no es nuestro: Los recursos de este viejo planeta son de todos los que en él habitan y de nuestros descendientes. No hablo ya de dinero, que ese en algún sitio debe estar y aparecerá cuando escampe y deje de caer "la que está cayendo" tópico que suena en tertulias y se lee en sesudas reflexiones; hablo de agua, alimentos, recursos energéticos, que son de todos, no únicamente de los que vivimos en este primer mundo que a pesar de todo, de los recortes, de los sustos diarios, de las primas de riesgo, de las agencias calificadoras, a pesar de todo esto, comemos al menos tres veces al día algo que para la mayor parte de la gente de este planeta en un lujo.
Baste recordar que con poco más de lo que cuesta un café viven muchas personas en el tercer mundo, concretamente en el año 2008 el Banco Mundial consideraba que en los países mas pobres con 1,25 dolares diarios se podían comprar los productos básicos para la supervivencia de una persona, en España y en el mismo año esa cantidad mínima estaba establecida en 21.76 eros. Dicho de otro modo, con lo que aquí se considera ser pobre, pueden vivir, redondeado a la baja, 16 personas en otros lugares del mundo.
A pesar de todo estoy convencido de que de esta saldremos, como hemos salido de otras; y cuando esto ocurra, no será gracias a quienes gobiernan Europa sino gracias al esfuerzo, el sacrificio y el trabajo de todos nosotros. Que no se nos olvide.