Razones para la ira, la indignación, el cabreo e incluso el más profundo de los encabronamientos, ha habido siempre a lo largo de todas las épocas.
Y a lo largo de todas las épocas han sido los jóvenes los depositarios de esa corriente de indignación y rabia que producen ver el mundo tal como es, francamente mejorable, hablando de una forma sosegada. Se dice que el que no es de izquierdas a los veinte años no tiene corazón y el que lo sigue siendo a los cuarenta, no tiene cabeza…en esos 20 años que pasan entre una y otra edad, se supone que uno ha logrado alcanzar su sitio en el mundo, establecerse, formar una familia, firmar una hipoteca, en fin, todas esas cosas que hacen que las ideas dejen de ser radicales. Lo malo es que la realidad de muchos de cuarenta está lejos de ser cómoda, por hablar eufemísticamente.
No creo que en Alhama en la actualidad existan muchas razones para la ira y el encabronamiento más profundos, existen ahí fuera a pocos kilómetros de nosotros, países en los cuales, la situación es mucho más dramática y angustiosa, zonas en las cuales comer cada día al menos una vez es toda una aventura incierta. Eso sí que debe ser motivo de indignación y rabia. No es que el sistema capitalista sea mejorable, o que sea ético o deje de serlo; no es justo ni injusto, es, sencillamente, lesivo para la gran parte de la humanidad, no va a mejorar con algunas reformas porque siempre se basará en la explotación del hombre, de su trabajo y en la explotación de los recursos de la Tierra, que también son de todos los habitantes de la misma y de los que vengan en el futuro.
Reconozco que sí puede haber razones en nuestro pueblo para algún cabreillo, motos estrepitosas a todas horas, vecinos molestos, bares ruidosos… ya dijo Jean Paul Sartre que el infierno son los demás, ponga cada uno su propia razón para su pequeña indignación cotidiana.
Pero de igual modo que el infierno son los demás, también su contrario son los demás, también el paraíso puede estar en los demás. Razones para la ira, el cabreo y la rabia no van a faltar nunca; pero tampoco razones para el dialogo, para que nuestra conducta cotidiana alivie a los demás la carga de vivir en este mundo. Ya sé que peco de ingenuo, lo era a los veinte años, lo sigo siendo a los casi cincuenta. Algunos intentamos que el mundo no nos cambie demasiado.