En el capítulo 10 del Quijote aparece por primera vez uno de los temas más recurrentes del hidalgo caballero, el bálsamo de Fierabrás, mejunje de tales virtudes curativas que: ”Cuando vieres que en alguna batalla me han partido por medio del cuerpo (como muchas veces suele acontecer), bonitamente la parte del cuerpo que hubiere caído en el suelo, y con mucha sotileza, antes que la sangre se yele, la pondrás sobre la otra mitad que quedare en la silla, advirtiendo de encajallo igualmente y al justo; luego me darás a beber solos dos tragos del bálsamo que he dicho, y verásme quedar más sano que una manzana”, según palabras del propio Quijote.
En nuestros días ya no quedan caballeros andantes pero sí que parece que persista algo del famoso bálsamo de Fierabrás Me refiero, lógicamente, al aceite de oliva,( que por cierto, formaba parte del famoso bálsamo) y cuyas propiedades para la salud son muchas y variadas por las grasas monoinsaturadas y los antioxidantes que contiene el modesto ingrediente de tantas y tantas meriendas y desayunos de este que les habla, escribe, si hemos de expresarnos con propiedad.
Y fue precisamente eso, el aceite, una de las primeras cosas que más me gustó del cambio de ciudad; lo que yo tomaba antes no tenía nada que ver con el aceite de nuestra tierra producido por la cooperativa Los Tajos; el de mi infancia en Barcelona era bueno, pero el de ahora es gloria pura. Un trozo de pan al que se le quita el migajón, un chorrito de nuestro aceite, un toque de sal, o azúcar, va de gustos, y un buen café y a disfrutar de un desayuno o merienda sanos y exquisitos donde los haya.
Todo mejora con un chorrillo de nuestro aceite, el pan, tostado o sin tostar, la lechuga ,el tomate, una puerta cuyas bisagras chirrían, esa herramienta que arrumbada en un rincón necesitamos de repente y cuyo óxido limpiamos con un trapillo con aceite, producto siempre presente en nuestras casas, lo que no ocurre con otros productos como el “tres en uno…
Naturalmente en esto también el paso de los años ha traído mejoras, en este caso el paso de los años y el esfuerzo de los socios de Los Tajos que hoy disponen de unas instalaciones mucho más adecuadas y cómodas para realizar su trabajo, que no es otro que el de ofrecernos a todos, entre otros productos el “oro líquido” ( me había propuesto no emplear esas palabras, pero no ha podido ser) tan presente en nuestra cocina de toda la vida, que ahora resulta que es la dieta mediterránea, al decir de los expertos en estos temas, una de las más sanas del mundo.
Tal vez el aceite no sirva para recomponer un cuerpo partido por la mitad, como afirmaba el buen Alonso Quijano del bálsamo de Fierabrás, o del feo Blas, según su escudero Sancho; pero lo cierto es que con poco más que aceite y pan y una espada, más bien corta, los legionarios romanos conquistaron un imperio en el cual, por cierto el aceite de Hispania era uno de los productos más demandados. Unos dos mil años después la cosa continúa igual, por cierto y los italianos continúan comprando el aceite andaluz.
Y fue precisamente eso, el aceite, una de las primeras cosas que más me gustó del cambio de ciudad; lo que yo tomaba antes no tenía nada que ver con el aceite de nuestra tierra producido por la cooperativa Los Tajos; el de mi infancia en Barcelona era bueno, pero el de ahora es gloria pura. Un trozo de pan al que se le quita el migajón, un chorrito de nuestro aceite, un toque de sal, o azúcar, va de gustos, y un buen café y a disfrutar de un desayuno o merienda sanos y exquisitos donde los haya.
Todo mejora con un chorrillo de nuestro aceite, el pan, tostado o sin tostar, la lechuga ,el tomate, una puerta cuyas bisagras chirrían, esa herramienta que arrumbada en un rincón necesitamos de repente y cuyo óxido limpiamos con un trapillo con aceite, producto siempre presente en nuestras casas, lo que no ocurre con otros productos como el “tres en uno…
Naturalmente en esto también el paso de los años ha traído mejoras, en este caso el paso de los años y el esfuerzo de los socios de Los Tajos que hoy disponen de unas instalaciones mucho más adecuadas y cómodas para realizar su trabajo, que no es otro que el de ofrecernos a todos, entre otros productos el “oro líquido” ( me había propuesto no emplear esas palabras, pero no ha podido ser) tan presente en nuestra cocina de toda la vida, que ahora resulta que es la dieta mediterránea, al decir de los expertos en estos temas, una de las más sanas del mundo.
Tal vez el aceite no sirva para recomponer un cuerpo partido por la mitad, como afirmaba el buen Alonso Quijano del bálsamo de Fierabrás, o del feo Blas, según su escudero Sancho; pero lo cierto es que con poco más que aceite y pan y una espada, más bien corta, los legionarios romanos conquistaron un imperio en el cual, por cierto el aceite de Hispania era uno de los productos más demandados. Unos dos mil años después la cosa continúa igual, por cierto y los italianos continúan comprando el aceite andaluz.