Pequeñas cosas, pero que nos hacen la vida mas fácil, simple y agradable, que nos facilitan el día a día; la maquinilla de afeitar desechable, el papel de cocina, las bayetas ecológicas, por ejemplo. Humildes, simples objetos que no han cambiado nuestra vida, pero que sí la facilitan.
A lo largo de estas décadas que nos ocupan han sido bastantes los cacharrillos que se han incorporado a nuestras vidas, los que he mencionado antes, por ejemplo; pero también algunos otros utensilios y aparatillos, que en su tiempo fueron la última novedad han pasado al recuerdo: Los discos de vinilo, las cintas de vídeo, las de casete, sustituidos todos ellos por los más recientes medios de almacenar información, que creo que son los “cds”, las memorias flash “usb”, también llamadas “pendrives”, y si hablamos de reproducción me parece que el dispositivo llamado mp4 es lo último. ¿O será ya el “mp5”?. Los más jóvenes lo sabrán.
Y si han cambiado nuestras formas de almacenar y disfrutar de la música, también los sitios donde solemos adquirir casi todos esos objetos cotidianos han sufrido alguna trasformación. No me refiero a las grandes superficies, sino a esos modelos a escala menor, valga el símil, que son los bazares, que cuando contábamos y gastábamos en pesetillas, se llamaban de todo a cien y hoy se llaman bazares e incluso los he oído llamar chinos, por el origen de sus mercaderías, cuando no también por la nacionalidad de sus propietarios.
Mezcla de papelerías, artículos para el hogar, de regalo y casi todo lo que se pueda imaginar, esos establecimientos son un buen ejemplo de el mundo en el que vivimos, un mundo que se puede llamar perfectamente aldea global por que lo es, donde los productos que consumimos se producen muy lejos de aquí y donde prima sobre todo la competitividad, esto es, que el producto resulte barato.
La irrupción de esos bazares ha supuesto la desaparición de las tiendecillas de toda la vida, lo que se da en llamar comercio tradicional frente a las grandes superficies. Aun recuerdo que recién llegado aquí muy cerca de mi casa existía una de esas tiendas pequeñas en las que el embutido se cortaba con corta fiambres accionado manualmente y donde, por un durillo era posible alquilar tebeos ,también vendía pequeños productos de papelería.
De esa tienda solo queda la amistad que conservo con su propietaria y toda su familia.
Pequeñas cosas y pequeños recuerdos, que son, a fin de cuentas los que cuentan en nuestra vida cotidiana, nadie recuerda las fechas trascendentales de nuestra Historia, pero si los momentos de felicidad y alegría de cosas tan simples como un buen fuego, un trago de nuestro vino y algo de comer en compañía de los amigos y familiares.”Pequeñas cosas que tienen, un gran valor…”Al cabo lo que se acaba recordando no es la Historia sino la pequeña historia personal de cada uno.
Y si han cambiado nuestras formas de almacenar y disfrutar de la música, también los sitios donde solemos adquirir casi todos esos objetos cotidianos han sufrido alguna trasformación. No me refiero a las grandes superficies, sino a esos modelos a escala menor, valga el símil, que son los bazares, que cuando contábamos y gastábamos en pesetillas, se llamaban de todo a cien y hoy se llaman bazares e incluso los he oído llamar chinos, por el origen de sus mercaderías, cuando no también por la nacionalidad de sus propietarios.
Mezcla de papelerías, artículos para el hogar, de regalo y casi todo lo que se pueda imaginar, esos establecimientos son un buen ejemplo de el mundo en el que vivimos, un mundo que se puede llamar perfectamente aldea global por que lo es, donde los productos que consumimos se producen muy lejos de aquí y donde prima sobre todo la competitividad, esto es, que el producto resulte barato.
La irrupción de esos bazares ha supuesto la desaparición de las tiendecillas de toda la vida, lo que se da en llamar comercio tradicional frente a las grandes superficies. Aun recuerdo que recién llegado aquí muy cerca de mi casa existía una de esas tiendas pequeñas en las que el embutido se cortaba con corta fiambres accionado manualmente y donde, por un durillo era posible alquilar tebeos ,también vendía pequeños productos de papelería.
De esa tienda solo queda la amistad que conservo con su propietaria y toda su familia.
Pequeñas cosas y pequeños recuerdos, que son, a fin de cuentas los que cuentan en nuestra vida cotidiana, nadie recuerda las fechas trascendentales de nuestra Historia, pero si los momentos de felicidad y alegría de cosas tan simples como un buen fuego, un trago de nuestro vino y algo de comer en compañía de los amigos y familiares.”Pequeñas cosas que tienen, un gran valor…”Al cabo lo que se acaba recordando no es la Historia sino la pequeña historia personal de cada uno.