Hay quien afirma que la única patria es la infancia y que son los recuerdos de los primeros años de vida los que formaran la nostalgia de la patria del futuro hombre; afirman otros que la patria es la lengua materna, quiero meter yo cuchara en ese guiso de ideas, afirmando que la patria es la infancia, cierto, pero la gastronómica, que uno es de donde sea aquello que coma en sus primeros años de vida y que nada deja mas huella en la memoria que los sabores primeros.
Y yo en mis primeros años de vida, pese a vivir en un barrio del cinturón rojo de Barcelona, jamás comí cocido ni puchero ni "escudella", lo que me metía entre pecho y espalda era olla y, para mas detalles olla jameña, que así es como llamaba mi madre a la sabrosa mezcla de verduras, legumbres y carnes. En más de una ocasión tuve que porfiar, diccionario en mano, para convencer a mi interlocutor de que era olla, lo que yo comía.
Nada mejor para trasmitir enseñanzas que hacerlo ante un buen plato de olla, de potaje o de gazpacho, y esta fue la forma que adoptaron mis mayores para empaparme de Alhama, de sus penas y alegrías, las penas y alegrías de aquella Alhama de los años de la posguerra, "años de mucho trigo y poco pan", de los carnavales, de la "gente de la sierra"... Es esta Alhama la que tengo en mente cuando escribo mis notas de "otra mirada", la mirada del que puede mirar a su tierra con la distancia que dar haber vivido entre otras gentes, pero conservando el recuerdo y la memoria del pueblo, sus tradiciones, sus anécdotas, memoria trasmitida por tradición oral, que es la mejor forma de trasmitir la memoria histórica.
Tuve la suerte de contar con mis abuelos hasta bien entrada la juventud y contar, por tanto con sus recuerdos, sus añoranzas y nostalgias...
Estoy agradecido, como no, a esa Barcelona que yo conocí, la Barcelona del "catala si us plau", catalán, por favor; la de los primeros años de la transición, pero lo que tuve siempre claro es que yo era andaluz, granaino y jameño, por que para eso me había comido muchas ollas jameñas mientras escuchaba a mis mayores hablar de su pueblo, que era, y es, el mío.
Como siempre divago y me ando por las ramas...pero es que con estas calores es eso lo que apetece, divagar, recordar como éramos y como somos e intentar contar esta Alhama de ahora, desde la distancia de la de ayer...
Nada mejor para trasmitir enseñanzas que hacerlo ante un buen plato de olla, de potaje o de gazpacho, y esta fue la forma que adoptaron mis mayores para empaparme de Alhama, de sus penas y alegrías, las penas y alegrías de aquella Alhama de los años de la posguerra, "años de mucho trigo y poco pan", de los carnavales, de la "gente de la sierra"... Es esta Alhama la que tengo en mente cuando escribo mis notas de "otra mirada", la mirada del que puede mirar a su tierra con la distancia que dar haber vivido entre otras gentes, pero conservando el recuerdo y la memoria del pueblo, sus tradiciones, sus anécdotas, memoria trasmitida por tradición oral, que es la mejor forma de trasmitir la memoria histórica.
Tuve la suerte de contar con mis abuelos hasta bien entrada la juventud y contar, por tanto con sus recuerdos, sus añoranzas y nostalgias...
Estoy agradecido, como no, a esa Barcelona que yo conocí, la Barcelona del "catala si us plau", catalán, por favor; la de los primeros años de la transición, pero lo que tuve siempre claro es que yo era andaluz, granaino y jameño, por que para eso me había comido muchas ollas jameñas mientras escuchaba a mis mayores hablar de su pueblo, que era, y es, el mío.
Como siempre divago y me ando por las ramas...pero es que con estas calores es eso lo que apetece, divagar, recordar como éramos y como somos e intentar contar esta Alhama de ahora, desde la distancia de la de ayer...