Ser como el ajo

Mientras me comía un ajo frito presente en una sartenada (pronúnciese “sartená”) de migas, me ha dado por considerar la versatilidad de la humilde hortaliza.

 Y me dicho que este sí es tema para escrutinio y estudio de un diletante de la philosophia de lo cotidiano. Nadie puede negar la humildad de una planta que, al igual que las papas o las zanahorias (o su pariente la cebolla), oculta el fruto bajo tierra y solo su flor manifiesta alguna belleza. Y, sin embargo, su casi continua presencia en la cocina mediterránea, hacen de los humildes dientes de ajo una maravilla de olor y sabor, en su justa medida, como todo, nada en exceso. Dese la picada catalana a esa combinación que conocemos como “al ajillo”, el ajo y el aceite ahí están para aportar sabor, presencia y aroma a todo lo que entre en contacto con él. Una simple tostada (pronúnciese “tostá” con acento en la a) cambia completamente restregándole medio diente de aceite antes de echarle un buen chorreón de nuestro oro líquido.

 Por eso estoy empezando a considerar imitar al ajo como forma de ir por la vida y por el mundo, en especial en mi relación con los demás: No fatigar con mi excesiva presencia, pero poner un punto de alegría y sabor a la gente que trato con alguna asiduidad. Creo que es una excelente manera de mostrar amistad y respeto.

 De momento es únicamente el bosquejo del principio del inicio de un plan previo. Pero creo que dadas mis cualidades de amabilidad, empatía y sensibilidad creo que ha de serme posible. Puede ser que peque de optimismo y que carezca de esas cualidades, pero estoy convencido de que con un libro de auto ayuda y un par de tutoriales de internet voy sobrado.

 En cualquier caso, como es cierto que conozco personas, hombres y mujeres de mi entono próximo que sí que son como el ajo, que perfuman, embellecen y aportan sabor a la vida de quienes tenemos la suerte de coincidir con ellas de vez en cuando, lo único que tengo que hacer es tratar de imitarlas.

Cada vez que algo o alguien nos moleste, perturbe o quiera atentar contra nuestro bienestar tenemos el derecho, incluso el deber, de protestar o luchar contra ello

 Cierto que más de una persona ha de creer que esto es una pollada, pero he de jurar que hablo completamente en serio y que creo que las cualidades del “allium sativum”, más allá de las culinarias, son múltiples; hay estudios que afirman que tiene propiedades antibacterianas y antivirales y que son útiles para el resfriado común. Yo mismo algunas veces he tomado té de ajo con azúcar para el refriado. Y a mí me ha funcionado.

 Otro motivo más para querer ser como el ajo e intentar poner alivio y consuelo, no en los refriados de la gente, pero si en sus pesares ya agobios cotidianos. Una sonrisa, una palabra amable, un gesto de apoyo en el momento oportuno. No cuestan nada y marcan la diferencia entre un “día de mierda” o un bonito día. O pueden marcarla.

 En cualquier caso, ya digo que voy a intentar en lo sucesivo parecerme al ajo en sus cualidades y no parecerme en su excesivo olor. Para eso agua y jabón y un buen desodorante. Par todo lo demás amabilidad, sensibilidad, empatía y buen humor. Y ajo.

 Y eso sí, nada de “ajo y agua” (a joderse y aguantarse). Cada vez que algo o alguien nos moleste, perturbe o quiera atentar contra nuestro bienestar tenemos el derecho, incluso el deber, de protestar o luchar contra ello. Con tranquilidad, pero con firmeza.