Moralmente fue un asesinato
El ministro de cultura, Ernest Urtasun, participó en un homenaje a Miguel Hernández en el Ateneo de Madrid, celebrado hace unos días. Tras el acto, publicó en la red social X lo siguiente: “Miguel Hernández fue un poeta del pueblo y para el pueblo cuyos versos son parte de la cultura común que conforma la identidad de nuestro país. Después de la anulación de su juicio por parte del Gobierno, hoy rendimos homenaje a quien fue asesinado por transmitir sus ideas.”
Inmediatamente numerosos medios paraperiodistas (escrito todo seguido, al igual que la palabra paramilitar) o seudoperiodistas, de esos que de vez en cuando intercalan alguna noticia entre los bulos, se lanzaron a su yugular afirmando que había difundido un bulo, puesto que el genial poeta había fallecido de tuberculosis.
Murió en la cárcel, con frío, con hambre, con hacinamiento
Estoy convencido de que el ministro está al tanto de cuáles fueron las circunstancias que rodearon la muerte de Miguel. Murió en la cárcel, con frío, con hambre, con hacinamiento. No fue trasladado a un hospital. Sabían que tenía tuberculosis y lo dejaron morir en esas condiciones. Después de su condena a muerte, conmutada por una condena de treinta años, lo dejaron morir.
Después del fusilamiento de García Lorca, quedaba feo de cara a la imagen internacional fusilar a otro poeta. Así que lo asesinaron dejándolo morir. Moralmente eso es un asesinato. Uno entre decenas de miles de asesinatos iguales perpetrados por la dictadura.
Los que ametrallan con bulos, los que insultan zafiamente todo lo que sea o parezca de izquierdas, o mínimamente progresista, tienen la cara dura de afirmar que el ministro miente, que ha lanzado un bulo. Qué atentos al concepto jurídicamente exacto en esta ocasión.
Sin embargo, no tuvieron la misma perspectiva cuando Ortega Smith afirmo en TVE que Las Trece Rosas “torturaban, asesinaban y violaban vilmente”. Tampoco la tuvo el Tribunal Supremo cuando archivó la querella que presentó en su contra la Asociación Trece Rosas Asturias. Entre sus argumentos señalaba que debe exigirse, para considerar legítima la sanción penal, además de la difusión de ideas, que ello implique una incitación o una provocación al odio a determinados grupos por motivos racistas, antisemitas o ideológicos, "de manera que represente un peligro cierto de generar un clima de violencia y hostilidad que puede concretarse en actos específicos de violencia, odio o discriminación contra aquellos grupos o sus integrantes como tales”.
Evidentemente la dictadura ya no existe, ni la de Franco ni la supuesta dictadura social-comunista que denuncian
Es curioso que se especifique y se diferencie racistas y antisemitas. Algunos jueces parece que puedan considerar más grave denunciar el genocidio que lleva décadas cometiendo el Estado de Israel que vejar la memoria y a los descendientes de trece mujeres que, por luchar contra la dictadura, fueron fusiladas tras un simulacro de juicio.
Cuando Franco afirmó en su discurso de Navidad de 1969 que “todo ha quedado atado y bien atado” cuando designó como su sucesor a Juan Carlos de Borbón a título de rey, no podía imaginar el celo que iba a poner tanta gente, en tantos puestos diferentes, en asegurarse de que las ligaduras permanezcan bien apretadas 55 años después de pronunciadas esas palabras y casi 50 después de muerto el dictador.
Evidentemente la dictadura ya no existe, ni la de Franco ni la supuesta dictadura social-comunista que denuncian una y otra vez, en toda clase de redes y medios de comunicación, mucha gente de derechas. Pero sigue existiendo ese doble rasero mediático, judicial y político para proteger a los grandes poderes económicos y a cuantos son complacientes con sus manejos.
Firma invitada: Prudencio Gordo Villarraso.