He conseguido llegar a una edad respetable sin tener trato directo con jueces.
Una vez en la Magistratura de Trabajo de Barcelona y su provincia acompañé a mi padre que era la parte actora en una demanda a la Seguridad Social y aquí en Alhama, cada vez que el Juez de Loja venía al Juzgado de Paz de Alhama a la inspección anual de los libros de registro del Registro Civil. Esa es toda mi experiencia con jueces, lo cual se debe a que, dada mi acrisolada honradez, nunca he tenido que comparecer como imputado. Y a la suerte debo no haber tenido que hacerlo como parte actora en ninguna demanda. Que ya dice el refrán “Tengas pleitos y los ganes”.
Pero sí he tenido tratos con cajeras de supermercado, con dependientas, con mancebas de farmacia, con camareras de bares; en fin, el tipo de personas a las que el Juez Velasco aconseja no opinar sobre “el consentimiento”. Yo creo que se equivoca profundamente. Todo el derecho y jurisprudencia que él puede citar, del derecho, del revés, de arriba, de abajo o de memoria, no lo dudo, ha sido escrito por hombres, que como el señor Velasco nunca han convivido con cajeras de supermercado. Por cierto, se equivoca en la empresa en la que dice que trabajó Irene Montero como cajera en una caja registradora y no en un cajero. No fue en Mercadona sino en la cadena de tiendas de electrodomésticos Saturn. Que fuera en un sitio u otro no cambia nada, pero lo menciono para añadir exactitud.
...en esos pequeños gestos dónde residen las agresiones y micro machismos diarios...
Y son ellas, y sólo ellas, las que deben decidir qué es o no es consentimiento ante, no ya una agresión sino una simple mirada, una palabra. Porque es en esos pequeños gestos dónde residen las agresiones y micro machismos diarios que cajeras de supermercado, dependientas de comercio y mancebas de botica deben sufrir.
Y no estoy diciendo que no se pueda mirar a una cajera de hipermercado, pero sí que hay que hacerlo desde el respeto y evitando “la mirada del acosador” feliz expresión de que debo, precisamente, a una cajera de supermercado.
Y por supuesto no sólo en esto sus voces deben ser respetadas, sus voces y las de toda la gente sencilla y humilde que vive, trabaja, sufre y calla. Porque a veces los que menos tienen que decir, son los que más hablan y la gente con cosas, historias, vivencias que compartir, son las que más callan.
...sus desprecios clasistas a la clase trabajadora
Hacen mal quienes deben enjuiciar a sus semejantes en encerrarse en burbujas de cristal, aislados del silencio de la calle, resguardados de las voces de la gente que paga los impuestos de donde salen sus nóminas, entregados al compadreo de sus clubs exclusivos, sus campos de golf y sus yates. Eso les aleja de la realidad y explica, pero no justifica, sus desprecios clasistas a la clase trabajadora.
Y por supuesto también explica la complicidad entre medios de comunicación muy bien subvencionados y regados con publicidad por gobiernos autonómicos del PP-Vox y los jueces que encausan a miembros del gobierno (o sus familiares) en base a recortes de prensa y declaraciones de presuntos delincuentes.
Yo no quería escribir de política ni de jueces ni de medios de comunicación, pero la realidad se impone. Una vez más.