La sonrisa o la risa de Kamala que parece olvidar que, en su país, en el país del sueño americano, del que es vicepresidenta, hay mucha gente que no puede acceder a algo tan básico como la medicación diaria.
“¿Es un sueño una mentira si no se ha cumplido?
¿O es algo peor?”
The River (Bruce Springsteen)
No es la primera vez que acudo al viejo trovador de Nueva Jersey en busca de inspiración, o como lenitivo para tratarme la insoportable realidad que me asalta en cada nuevo noticiario. Ayer, 26 de agosto (estoy escribiendo el 27) fue el obsceno publirreportaje de una cadena pública sobre el inmenso y espectacularmente bien dotado hospital israelí, improvisado en poco tiempo cara a la guerra, que nadie parece querer, pero nadie quiere parar, entre ese simpático ente sionista y Palestina, Líbano y lo que se tercie. Es obsceno porque la falta de lo más elemental en Gaza en materia de salud y sanidad es atroz.
Y, desde hace varios días, la sonrisa o la risa espectacular de Kamala (su dentista debe cobrar un pastón) que parece olvidar que, en su país, en el país del sueño americano, del que es vicepresidenta, hay mucha gente que tampoco puede acceder fácilmente a algo tan básico como la medicación diaria para seguir medianamente sano o que “La tasa oficial de pobreza en el 2022 fue del 11.5 %, con 37.9 millones de personas en condición de pobreza. Ni las tasas ni el número de personas en condición de pobreza fueron significativamente diferentes en comparación con el 2021” (datos oficiales de la Oficina del Censo de los Estados Unidos). Dado que por esas fechas gobernaba ya con Biden, ¿de qué se ríe?
Y, aquí en Alhama, la lectura de la prensa, bien es cierto que es de la prensa en la que escribo, bastante escorada a la izquierda, no me da menos motivo de depresión: La Iglesia de la Encarnación sigue ahí, esperando, el Festival de la Canción está de capa caída y la Romería del Vino, que en su nacimiento fue laica y en septiembre, parece perder fuelle. No culpo a nadie, porque todos de una forma u otra somos culpables, por acción o por omisión.
...hay que preguntarse qué hemos hecho para dejar de soñar...
Porque cuando un sueño no se cumple hay que preguntarse qué hemos hecho para dejar de soñar e instalarnos en una realidad más apetecida o para que directamente nuestros sueños no se conviertan en pesadillas. Es cierto que no tenemos mucho poder de cambiar las grandes cosas, pero sí podemos hacerlo con las cosas sencillas y cotidianas, con el día a día.
Y especialmente, seria útil ver qué sueños nos ofrecen, o qué pesadillas y ver si unos u otras son realidades verificables y posibles o se trata de burbujas de colores como el Gran Sueño del Vadillo, los huertos sociales y el parque periurbano. O el espacio escénico y Casa de Cultura en el Cinema Pérez. Y en cuanto a las pesadillas, cada vez que, temprano por la mañana, coincido con el numeroso grupo de marroquíes, es lo que parecen, esperando los coches que los han de llevar al tajo, temo que se trate, en realidad, de comandos especiales del ejército marroquí que están preparando la próxima invasión de Alhama. Ya lo dijo Abascal, son jóvenes, de aspecto atlético y en edad militar. Lo único que no me cuadra es que hay casi tantos hombres como mujeres ¿No era que sólo venían hombres?
La próxima semana les contaré cual era el sueño, que acabó en pesadilla. Si el tiempo y la autoridad lo permiten, claro.