El problema o los problemas es que este “aquí” no se refiere a ningún lugar concreto, no quiero irme de Alhama, ni de Andalucía, ni de España.
El segundo problema, que justifica el plural que he usado, dado el caso de querer irme de aquí, es que tampoco tengo ningún lugar idílico, ningún “locus amoenus” al que encaminar mi rumbo y en el cual disfrutar, holgar, solazarme y entregarme a las delicias del “dolce far niente”. Por otra parte, todo eso lo hago a las mil maravillas aquí mismo.
El lugar del que quiero alejarme cada día, o casi cada día y muchas, no todas, noches es más bien un territorio mental provocado por mi carácter extremadamente intransigente, intolerante y refractario a según qué cosas. Que mientras que la EMAG daba, como siempre, lo mejor de todos y cada uno de sus miembros y “miembras", una fiesta ibicenca privada con música enlatada turbase mi descanso nocturno me irrita un poco; que la Iglesia de la Encarnación continué en franco deterioro y los que pueden hacer algo, o mejor dicho todo, se miren unos a otros a ver quién es el primero en sacar la cartera, o la chequera o el teléfono de los “bizums” y las transferencias también me causa erupciones mentales, que no por mentales, pican menos; que los trabajadores del Centro de Salud tengan que “ir a jopo” (expresión no refrendada por la RAE, pero que por estos pagos significa corriendo mucho y muy atareado) por falta de personal, no sólo me irrita, es que también afecta a mi salud y a la tuya y a la de tu madre o tu padre; que en la televisiones públicas se paguen con nuestro dinero según que programas, como escribió aquí mismo Prudencio, hermano del que subscribe y cotitular de esta sección, me molesta también.
De Alhama ya ni hablo. Hace mucho tiempo que no escribo ni hablo de mi pueblo, porque es perder el tiempo...
De Alhama ya ni hablo. Hace mucho tiempo que no escribo ni hablo de mi pueblo, porque es perder el tiempo, el mío y el de los lectores. Siga la gente votando como vota, pero luego no se queje.
No es fácil irse de ese espacio mental tóxico, dañino y frustrante que provocan los que a sabiendas comparten bulos para obtener rédito político o para obtener en los juzgados lo que no pudieron obtener de las urnas. La solución sería enclaustrarme en una burbuja acompañado de mis libros preferidos, mi música preferida y el mejor cine o, al menos el que más me gusta a mí. Pero eso sería una cobarde y vergonzosa huida, una dejación de mis deberes de informarme para poder opinar con cierta soltura y, si bien soy yo el único que me lo exige, no voy a defraudarme a mí mismo ni a los pocos lectores que aún soportan mis reflexiones.
Definitivamente, aquí me quedo. Pese a todo.