Se cuenta que el simpático ministro Solis Ruiz preguntó en las Cortes franquistas: “En definitiva, ¿para qué sirve hoy el latín?
Desde su escaño el procurador Muñoz Alonso le respondió: "Por de pronto, señor ministro, para que a Su Señoría, que ha nacido en Cabra, le llamen egabrense y no otra cosa”.
También me sirve a mí hoy para poner un título a esta mirada algo menos ofensivo que si lo hiciese en su crudeza castellana más usual “Tontos e ignorantes,” entre los cuales me incluyo, lógicamente dado que, en contra de mi costumbre, hoy sí voy a escribir de algo que sé, de mi ignorancia. Sé que soy un ignorante, ignaro, y, por tanto, puedo poner remedio a mi ignorancia por el procedimiento de preguntar, indagar, estudiar, y rodearme de gente que sepa más que yo. O, en última instancia, consultar tutoriales de YouTube. En definitiva, un ignaro no es otra cosa que un estulto diagnosticado y en vías de recuperación o tratamiento. Todo el mundo es ignorante en algo o de algo, pero si es consciente de ello, puede pasar por la vida tan ricamente procurando hablar únicamente de lo que sabe. Y respondiendo sabiamente “no lo sé”
ignorancia y diabetes exigen un compromiso vital para ser llevaderas
El problema, como en la diabetes, es que ni ésta, ni la ignorancia presentan síntomas demasiado llamativos. Lo mejor de ambas patologías es que, a pesar de ser incurables, hoy por hoy, diagnosticadas a tiempo y adecuadamente tratadas pueden controlarse de tal forma que no afecten a la calidad de vida del paciente. También se parecen en que ambas, ignorancia y diabetes exigen un compromiso vital para ser llevaderas y un estilo de vida y normas de comportamiento que cumplir a rajatabla: Dieta adecuada, medicación y ejercicio diario en un caso; lectura, viajar, estudio y reflexión en el otro, son pautas o hábitos de lo más saludables. Siempre.
cuando ponemos a gente con capacidad de afectar a nuestras vidas ignaros y estultos
La dificultad surge cuando un ignaro asume cotas de poder, porque su acción puede causar grandes perjuicios a la sociedad de la que forme parte; y ese problema es endémico en nuestra parte del mundo: No hay prácticamente estrato social, profesión, actividad, tendencia política, religiosa o cultural que esté libre de tontos e ignorantes. En esta casa misma, estoy yo como representación de los ignorantes. Pero en mi caso, sé perfectamente cuándo escribo de algo de lo que carezco de conocimientos (casi siempre) y cuándo me expreso sobre materias en la que tengo alguna solvencia (casi nunca) lo que me permite escribir al menos con la conciencia tranquila, sabiendo que nada de lo que pueda decir va a causar daño moral ni físico a nadie.
Y también procuro documentarme para no decir inconscientemente más tonterías de las que digo conscientemente. Y con todo y con eso o “contíconeso” en parla “granaína”...
El problema, repito es cuando ponemos a gente con capacidad de afectar a nuestras vidas ignaros y estultos. Y ponga cada cual el nombre que quiera, que faltar no faltan.