Es lo que se supone que estábamos haciendo los educandos que posan para esta foto.
Está fechada en febrero de 1969, según consta escrito en la pizarra que, quien sienta curiosidad, puede mirar en la foto del final del artículo. Quien me la paso por una app de mensajería afirma que yo formo parte del grupo. Lo he comprobado y es cierto.
¿Nos estábamos preparando para el futuro? Dado que tanto la foto como nosotros, quien me pasó la foto y yo, estamos aquí, es evidente que de algún modo hemos logrado sobrevivir los cincuenta y cuatro años, casi cincuenta y cinco, más bien que nos separan a los niños, hoy adultos esperando la jubilación. Lo cual no deja de ser meritorio para los profesores de la época que bien poco sabían de internet, ni redes sociales, ni apps ni nada que no fuese enseñar a sus alumnos lo mejor que podían a dotarse de las herramientas necesarias para afrontar el vivir cada día con su afán y el vivir los años necesarios para acercarse a la edad de la jubilación, edad, que, por cierto, era la del profesor que acompaña a sus alumnos en la foto. Creo recordar que era el director del Colegio Nacional Mixto Virgen de Montserrat, pero no recuerdo su nombre.
...basta con dotar al alumno de las competencias necesarias para el desempeño o trabajo que este prefiera...
¿Y cuáles fueron esas herramientas? La pregunta casi debería ser ociosa por lo obvio de la respuesta: La lectura, la escritura, la aritmética y las nociones de cultura general que garantizan al educado desenvolverse en su medio natural de modo digno y solvente. Luego todo ello se puede revestir más grandilocuentemente y afirmar que hay que educar para crear ciudadanos útiles a la sociedad, o para educar hombres y mujeres libres, capaces de vivir según su propio criterio y mejor forma de entender la vida.
Desde mi Chatedra de Philosophia de lo Cotidiano aconsejo a quienes pretendan ejercer la docencia que piensen en cuál de las dos grandes ramas de esta profesión pretenden encaminar sus desvelos, que serán muchos y mal pagados, eso garantizado: Existen dos ramas del acto educativo de las cuales surgen todas las demás. Tenemos por un lado el educar para ganarse la vida. Para eso basta con dotar al alumno de las competencias necesarias para el desempeño o trabajo que este prefiera, dado que por ejemplo quiera trabajar en el ramo de la física de partículas o la física teórica, deberá enseñar el enseñante las materias que acaso sean, matemáticas, física, filosofía de la ciencia o lo que determine el temario oficial Si el futuro profesional desea serlo del piano, o la guitarra, historia de la música, armonía, composición, y el resto de las asignaturas pertinentes, Nada de esto es fácil si no se tiene verdadera vocación, claro. Pero se puede enseñar con ciertas garantías de éxito.
Eso en cuanto a educar para ganarse la vida, luego está la opción de educar para vivir, y, para facilitar las cosas diremos que vivir es lo que se hace cuando uno ya se ha ganado la vida, pero también implica qué hacer o qué no hacer para ganársela. Aquí entramos en un temario amplio, complejo y de dificultad creciente. Es nada menos que la tarea de enseñar al alumno, no de qué ha de vivir sino, cómo quiere vivir, cuáles serán sus metas vitales, sus gustos, aficiones, su modo de encarar el hecho de vivir para sí y para los demás. Y todo esto sin influenciar más de la cuenta para no cortar las alas del niño o joven. No es tarea que yo quisiera tener sobre mis hombros.
...dedico esta mirada, desde el máximo cariño, respeto y admiración a todos los profesores de ese colegio franquista.
No se trata tanto de enseñar como de acompañar, de aconsejar, de proponer caminos, lecturas, reflexiones para que el alumno indague cómo quiere vivir, una vez resuelto de qué vivir. Son dos preguntas distintas que requieren respuestas distintas. Incluso en el caso de que la profesión coincida con la devoción, lo de trabaja en lo que te gusta y no tendrás que trabajar nunca, siempre tendrás elecciones morales que tomar, cómo las tomes no te harán mejor pianista o físico, pero sí mejor o peor persona. Y si decides ser de las peores, al menos que lo seas conscientemente y aceptando las consecuencias.
Por eso mismo dedico esta mirada, desde el máximo cariño, respeto y admiración a todos los profesores de ese colegio franquista, como todos en la época, que me enseñaron a leer, escribir, pensar por mí mismo (eso ya fue más tarde durante la Transición) y a todos los de Instituto Patronato Ribas en Barcelona y al IB de Alhama de Granada, desde la señorita Gloria, que me enseñó a leer hasta Andrés Cuevas Navas que me enseñó además de historia, una forma de ir por la vida con la que me llevo desempeñando hace casi cuarenta años y que nunca me ha fallado. Una forma de vida en la cual el respeto, la tolerancia, la integridad y la solidaridad tienen tanta importancia como el conocimiento de nuestra Historia.