Salir de la charca

Uso la expresión con el mismo significado que Max Estrella, el personaje de Valle-Inclán, usaba “salir de la sombra del campanario”.

 Ambos ecosistemas, la charca y la sombra del campanario son lugares en los que es posible una vida decorosa, grata y gratificante con un esfuerzo mínimo. En el caso de la charca es más real y en el de la sombra del campanario, tiende más a metafórico que real.

 En cualquier caso, la charca y la sombra del campanario son lugares en los que se ha acomodado el habitante y tiene una enorme resistencia a cambiar de lugar o, simplemente, piensa que no hay otro sitio sobre la faz de la tierra que contenga las maravillas que su charca, o su sombra de campanario ofrecen y que el resto de las charcas y sombras de campanario que en el mundo son, han sido y serán constituyen el extranjero, lo ajeno y lo extraño, plagado de amenazas y peligros sin cuento.

...crecí entre compañeros de aula gallegos, vascos, andaluces, extremeños, castellanos y, lógicamente catalanes...

 Afortunadamente para mí, mis progenitores tuvieron que dejar forzosamente su parte de la sombra del campanario y me crié en un ambiente de barrio obrero en el cual había gente procedente de todas, prácticamente, las regiones de España, por la época no había autonomías, había regiones con lo cual crecí entre compañeros de aula gallegos, vascos, andaluces, extremeños, castellanos y, lógicamente catalanes; convivimos sin problema alguno. Luego sabido es, mis padres tomaron la decisión de regresar con lo cual ahora no sé si mi condición es la de emigrante, inmigrante, emigrante retornado (aunque tanto en Barcelona como aquí siempre he tenido claro que era, que soy, alhameño), sin que eso implique ni superioridad ni inferioridad con respecto a nadie sea de la parte del mundo que sea y elija la charca que elija para vivir.

 Es decir, que gracias a que mi charca natal negó a mis padres la posibilidad de una vida decorosa y su opción de elegir el turismo laboral en tierras del norte, conozco aquella tierra y a sus gentes y, lógicamente, no renuncio a todo lo que de barcelonés pueda haber en mi forma de ser y estar en cualquier charca a la que me lleve la vida.

 Y dicho todo lo anterior creo sano, muy sano plantearse preguntas de vez en cuando cuestionándonos, no si nuestro campanario es el mejor y su sombra la más adecuada sino, si es posible que todos los campanarios sean el mismo campanario y todas las charcas la misma charca.

...es necesario considerar otras formas de enfrentarnos a eso que eso que llamamos la vida, la convivencia, la ciudadanía, la patria. eso que llamamos España o Cataluña o Euskadi...

 Y siempre plantearnos que, al menos mentalmente, todas las charcas son nuestra charca y que salir de la charca propia para habitar otra puede ser doloroso, pero necesario. Es decir, y ya no mareo más la perdiz, es necesario considerar otras formas de enfrentarnos a eso que eso que llamamos la vida, la convivencia, la ciudadanía, la patria. eso que llamamos España o Cataluña o Euskadi y llegar a un acuerdo para que los que estamos obligados a vivir geográficamente en “La Charca España”, podamos decidir si preferimos estar políticamente en “Euzkal Urmaela”, la traducción es de Google o en El Toll Catalá, traducción mía asistida por el diccionario Vox de català. Y ya puestos si queremos elegir al macho alfa por nosotros mismos y que no sea hereditario. E incluso hay un sector de los habitantes de la charca carpetovetónica española que hace poco han empezado a llamar al Jefe del Estado Español “Felpudo VI” por considerar que se ha humillado ante el presidente en funciones al proponerlo como candidato y no disolver las cortes, con lo cual prefieren un rey que viole la constitución, la expresión desafortunada y feroz no es mía, como supongo enterados a mis lectores, en vez de uno que cumpla con su deber constitucional de reinar pero no gobernar. Por mí, no hay problema, siempre que nos pongamos todos de acuerdo en lo que sea que queramos; lo que únicamente se puede conseguir desde el sereno, reflexivo y necesario debate de si queremos seguir en este estanque de aguas agitadas y turbulentas o preferimos otro de aguas apacibles serenas y en la que todas las ranas, sapos, tritones y el resto de las especies patrias podamos convivir no necesariamente a gusto, no necesariamente felices, pero si al menos pacífica y decorosamente.
Si llegamos a ese estado de entendimiento la Constitución abrirá sus brazos a todos sus hijos como una buena madre, de lo contrario seguirá secuestrada por los sectores que odian cambiar de charca, porque en la actual les va mejor que bien.