(Secuela de “Aquí cabemos todos” y “Sobramos todos”)
No es que haya cambiado mi forma de pensar sobre emigrantes, inmigrantes y otras formas de turismo laboral, que es otra forma de llamar al exilio económico de no poder vivir en tu país, entre tu gente, por faltarte lo más básico para ello. Ni mucho menos. Mi mente y mis brazos siguen abiertos a toda la gente que venga a engrandecer, rejuvenecer y dar colorido a esta España de mis dolores, de nuestros dolores, a la que llamo patria porque asumo la parte de delirio colectivo que me toca en ese creer que hay algo llamado “España”, algo más que esa creación imaginaria a la que nos aferramos, unos más que otros, para singularizarnos de la gente que con nuestra propia lengua, el castellano, y prácticamente con la misma historia compartida y cultura, aunque a ellos les fue impuesta, llamamos extranjeros; e incluso en los gloriosos años de la Primera Transición, “sudacas”. Eran tiempos en los que en los “tocatas” sonaban canciones épicas de resistencia de Chile, Argentina o Uruguay escapando de sus dictaduras perfectas para iniciar una nueva vida en nuestra democracia imperfecta.
Tras la larga noche del franquismo, nuestros padres y abuelos estaban dispuestos a decir que sí a una nueva España
Años después nuestra democracia sigue siendo imperfecta, a mi entender y dentro de mi propio delirio. Mi delirio consiste en creer que lo único que autoriza las relaciones humanas de todo tipo, desde las sexuales a las comerciales y, por supuesto a las legales, es el mutuo consentimiento y acuerdo entre todas las partes implicadas en igualdad de condiciones y sin mediar presión alguna.
Esa es la única fuerza de la Constitución Española del 78 y esa, precisamente, su imperfección. Tras la larga noche del franquismo, nuestros padres y abuelos estaban dispuestos a decir que sí a una nueva España, a un nuevo tipo de delirio. Un delirio que parece ser, ahí dejo la duda, que vino más bien de la mano de los Estados Unidos y sus allegados europeos que del arduo trabajo de nuestros héroes constitucionales.
Hombres, y sólo hombres, redactaron la Constitución y hombres, y esta vez mujeres también, pueden cambiarla si hay acuerdo suficiente para ello, ES muy difícil, porque la misma Constitución hace que lo sea. Pero no imposible si se llega al consenso necesario para que aunque “aquí cabemos todos”, no es necesario que “estemos todos”.
El detalle es que las lentejas si quieres las comes y si no las dejas
Obligar a gente que no se considera española a serlo, legalmente es no sólo posible, es que es lo que hay y esto son lentejas. El detalle es que las lentejas si quieres las comes y si no las dejas y a los que no nos sentimos monárquicos o españoles no se nos reconoce el derecho a mostrar nuestro acuerdo o no con la monarquía o con el concepto de España.
Y dicho esto también digo que estoy convencido de que en estas tierras de la piel de toro que tantas gentes y tan diversas sostiene, es más el número de los monárquicos que de republicanos, de partidarios del “delirio español” a los delirios catalanes y vascos.¿Entonces, a qué tanto miedo a la palabra referéndum?
Me despido con las palabras de una bonita copla del año 1976, que unos atribuyen al grupo Jarcha y otros a Vino Tinto:
Habla pueblo habla
tuyo es el mañana
habla y no permitas
que roben tu palabra.
Habla pueblo habla
habla sin temor
no dejes que nadie
apague tu voz.
Habla pueblo habla
este es el momento
no escuches a quien diga
que guardes silencio.
Habla pueblo habla
habla pueblo sí
no dejes que nadie
decida por ti.