Sé que soy machista. Perfectamente.
Y no lo niego ni intento negarlo porque a la vez sé que lo primero para resolver un problema es reconocerlo abiertamente, de modo que ante vosotros digo: Me llamo Antonio y soy machista, lo soy desde mi niñez y sigo siéndolo ahora en la edad en que se me conoce como “senior”.
Hasta hace poco lo atribuía a la educación franquista, a las películas de Martínez Soria, Landa, Manolo Escobar:
“por un beso que le di en el puerto
a una dama que no conocía
por un beso que le di en el puerto
han querido matar mi alegría”
...y a otras circunstancias devenidas de cursar la EGB en un colegio en el cual el nacional-catolicismo sobrevivió hasta después de la muerte del extinto: pero de un tiempo a esta parte compruebo que el machismo y sus prácticas se dan en todos los ámbitos, todas las edades y todos los niveles socioeconómicos sin distinción. No sé cuál es la causa del machismo, pero sí sé positivamente que se puede ser machista y no actuar como tal, incluso ser machista congénito y abrazar abiertamente la causa del feminismo, que no es otra que la de aceptar que hombres y mujeres gozamos de los mismos derechos, habilidades y saberes y que, seguramente Olga Carmona ha jugado al fútbol mucho mejor que yo, que en mis mejores tiempos de la niñez no pasaba de ser un pésimo defensa derecho, que se imponía más por la envergadura que por la nula habilidad técnica. A mí nunca me gustó el balompié y a Olga sí. Esa es la diferencia.
...a los machistas con respetar a las mujeres como respetamos a los hombres ya nos vale para llevar una vida digna y útil para la sociedad
Del mismo modo que a los alcohólicos les basta con no beber para dominar su mal, a los machistas con respetar a las mujeres como respetamos a los hombres ya nos vale para llevar una vida digna y útil para la sociedad. Ese respetar no significa ni paternalismo, ni condescendencia, significa que si estamos labrando piedra, somos compañeros de trabajo y nos respetamos, pero cada uno o cada una con su martillo y cincel y que si tu compañera necesita ayuda para mover una piedra, yo también. Pongo ese caso por ser el de cantero uno de los menesteres de los cuales se supone, se suponía, que a una mujer le estaba vedado, y por conocerlo de primera mano junto a excelentes compañeras canteras.
Soy machista, pero procuro que ninguna mujer que me trate en la vida diaria tenga motivos para sentirse ofendida o agredida con mi conducta. Cosa que tampoco es tan difícil con unas normas sencillas de recordar, como que si te presentan a una desconocida no presupongas que espera que le des dos besos, aun amistosos y castos, porque no siempre es así, espera a que ella se acerque o te tienda la mano para besar o estrechar la mano, según convenga. Y nunca te muestres paternalista, o condescendiente. Y esto que para iguales es esencial, en una relación profesional en la que tú, hombre, eres el jefe es absolutamente imprescindible y lo que marca, creo, la ley.
...porque minusvalorar esa conducta es tanto como autorizar que un hombre por hombre y por presidente de lo que sea está en el derecho de decidir si a una mujer le gusta o no que la besen sin consentimiento
Ese es un buen principio para iniciarse en el desempeño de dejar de comportarse como un Rubiales cualquiera y hacerlo como un hombre que respeta a las mujeres, del mismo modo que respeta a los hombres ya sean amigos, compañeros de trabajo o amantes.
Por eso no creo que sea excesivo el tiempo y tinta gastados en el asunto del piquito, porque minusvalorar esa conducta es tanto como autorizar que un hombre por hombre y por presidente de lo que sea está en el derecho de decidir si a una mujer le gusta o no que la besen sin consentimiento. o a juzgar si su atuendo es provocativo, que puede que quiera provocar, pero no a ti. Ahí está la cuestión. Suyo es su cuerpo y sólo, sólo ella, decide qué hacer con él y, sobre todo, con quien. Fácil de decir, fácil de entender incluso para un machista congénito como yo.