Sobre noticias que generan ríos de tinta y otras que pasan desapercibidas.
Entre los asuntos y acontecimientos sobre los que los medios han ido informando en los últimos días: los insultos a millones de españoles de un cantante que desde hace tiempo vomita su rencor y frustración porque la gente no vota lo que a él le gustaría, el campeonato del mundo ganado por la selección femenina de fútbol, la agresión sexual a una jugadora durante la posterior celebración por parte del presidente de la Federación o las preceptivas reuniones de Felipe VI con los líderes parlamentarios para finalmente proponer a Feijóo como candidato a la presidencia del gobierno; ha habido uno que me ha encogido el corazón.
Ha sido la noticia de que “Arabia Saudí ha matado a cientos de emigrantes etíopes en la frontera con Yemen”.
Según un informe publicado por la ONG Human Rights Watch (Observatorio de Derechos Humanos) la guardia fronteriza saudí lleva años disparando contra los grupos de refugiados etíopes que intentan pasar a su territorio. Esta organización cita diversos testimonios de refugiados que han escapado a la muerte, que no al horror.
Nadia Hardman, una dirigente de HRW, afirmó en un comunicado que: “los miles de millones gastados en deporte y entretenimiento para mejorar la imagen de Arabia Saudí no deberían distraer la atención de estos crímenes horribles”.
El presidente de la Federación de Fútbol, Luis Rubiales, mostró el año pasado su satisfacción porque en los estadios de Arabia Saudí se habían construido baños para mujeres, como ya escribí, aunque sin citarlo por su nombre en “Comparaciones odiosas” .
Rubiales pretendía justificar así que la Supercopa de España de fútbol se celebrara en ese país, aunque, lógicamente, la verdadera razón eran los millones de dólares o de euros que recibe la Federación, incluidos en el dinero al que alude Nadia Hardman. Como se observa, la catadura moral de Rubiales no puede ser más baja.
Las muertes de emigrantes o exiliados que huyen de la miseria y la guerra son siempre terribles
La familia Saúd, reinante en Arabia Saudí, o más que reinante, propietaria del país, como queda manifiesto en su nombre, (grandes amigos de la familia Borbón) empezó a hacerse hegemónica en la península arábiga tras recibir el apoyo del Reino Unido durante la Primera Guerra Mundial para debilitar al Imperio Otomano, lo que les permitió terminar de hacerse dueños de la mayor parte de la península arábiga y fundar el actual estado en 1932 como monarquía absoluta con el islamismo wahabí (la corriente más intolerante y reaccionaria del islam) como única religión permitida.
El descubrimiento de petróleo en 1938 aumentó hasta límites obscenos la fortuna de los Saúd, a los que se permitió la brutalidad de su dictadura si ello permitía que las petroleras de las Estados Unidos también obtuvieran enormes beneficios.
Vienen de antiguo las terribles consecuencias de apoyar a los que se oponen a tus enemigos que practican el Reino Unido y sobre todo los Estados Unidos. Lo muchísimo que empeoró la situación en Afganistán tras la retirada soviética, en Irak tras acabar con Sadam Husein, en Libia con la eliminación de Gadafi o la guerra en Siria desde 2011 para intentar quitar de en medio al presidente Al-Assad. Eso citando solo los casos más destacados y cruentos.
Las muertes de emigrantes o exiliados que huyen de la miseria y la guerra son siempre terribles, pero de los que se traga el mar no hay responsables directos (sí indirectos) mientras que el ametrallamiento o los disparos de artillería contra los grupos de criaturas en Arabia son una muestra de brutalidad que recuerda a La Desbandá.
Pero los cuartos de baño de los estadios seguramente estarán alicatados hasta el techo y todo.
Firma invitada: Prudencio Gordo Villarraso.