El precio de los garbanzos

Creo que fue Don Manuel Fraga Iribarne, Don Manuel para los amigos, el que dejó constancia de que el verdadero interés de los españoles era “a cómo están los garbanzos".

 Y del aceite, y de los alquileres, o el precio de la vivienda inasumible para la gran mayoría de los jóvenes que deben seguir de ocupas en la casa de sus padres hasta los treinta años, según ha informado la prensa nacional. El índice de precios al consumo, la inflación, eso sí que preocupa y ocupa a los que, de grado o por fuerza vivimos en el Reino de España. Aclaro que la fuerza en este caso dimana de la constitución.

 También importa, y mucho, que se pueda obtener cita médica lo antes posible, que la asistencia sanitaria sea de calidad, lo que últimamente en según qué zonas está en peligro por la acción de quienes se llenan la boca de “España”, las muñecas de banderitas rojigualdas y los bolsillos con todo lo que pueden (la educación, la sanidad, las personas dependientes, por ejemplo).

... el grupo de siempre dispuesto a enfurecerse porque se va a romper España

 No es tampoco menor el interés de mis paisanos y compatriotas en estar al tanto de las gestas deportivas de sus equipos futboleros, tenistas de élite, automovilistas y gente así.

 Pero el idioma en el cual sus señorías se dirijan en la tribuna, creo que se nos da un ardite. Es decir, siempre va a haber el grupo de siempre dispuesto a enfurecerse porque se va a romper España, pero eso es porque ya se han dado cuenta de que los que no somos como ellos somos muchos más. Dónde ellos son monolíticos en la defensa de su idea de una España única y desfasada, nosotros somos plurales en la defensa de otra España, que no es nuestra, que es de todos, en la cual cada cual tenga su acomodo pertinente, su buen pasar económico y su posibilidad de ser lo que le salga de “los cojones del alma". según frase del genial Pepe Carvalho. Siempre que ese hacer no incordie ni lesione a nadie.

De lo que se trata, a fin de cuentas, es de conseguir el mayor consenso posible

 Y esto incluye, o debería incluir, hablar en el idioma en el que mejor te sepas explicar, y jurar el cargo por imperativo legal, por la república catalana, por la república vasca o “por cojones”, traducción libérrima de “por imperativo legal”. De lo que se trata, a fin de cuentas, es de conseguir el mayor consenso posible para dar respuestas a las necesidades reales de la gente real. Y, para esto, para el consenso hay que ceder por parte de todos en algo, en aras de conseguir el bien común. Que soy el primero en reconocer que todo esto suena muy ingenuo, casi infantil, pero es el camino para llegar a acuerdos que posibiliten desatascar los problemas de encaje de catalanes y vascos, entre otras cuestiones.

 Pero para ello hay que bajarse de los máximos y no querer llegar al doctorado sin pasar por el bachillerato, sin exigencias inalcanzables por ahora. Antes de nada, hay que conseguir un gobierno progresista (llamadlo Frankenstein, si gustáis (que siga avanzando y profundizando en políticas sociales, de progreso y aumento de la convivencia.