Es sabido que hay gente capaz de matar por defender sus ideas y gente capaz de dejarse matar por ellas.
Supongo que para llegar a esos extremos es necesario estar absolutamente convencido, fuera de toda duda de la bondad y exactitud de la idea de que los “infrahumanos” lo son efectivamente, para gasearlos sin dudar de que estás haciendo lo correcto o soportar el martirio en el caso de los mártires que en el mundo han sido, con la certeza de que tras el mismo verás el rostro de Dios o gozaras de las dulzuras de fuentes, sombras, jardines deleitosos y la presencia de las jóvenes siempre vírgenes en el caso de los musulmanes: ”Anuncia a los que creen y practican las buenas obras que tendrán por morada jardines regados por corrientes de agua. Cada vez que tomen algún alimento de los frutos de este jardín exclamarán: He aquí los frutos con los que nos alimentábamos en otro tiempo, pero sólo tendrán apariencia. Allí hallarán mujeres exentas de toda mancha y allí permanecerán eternamente” (Corán II, 28). Más difícil de entender es la de quienes sin creencias religiosas han dado la vida por entes abstractos como “la libertad”,” el pueblo “la patria”. “la bandera” o lo que el amable y paciente lector que haya llegado hasta aquí, prefiera.
Pero no son ese tipo de ideas a las que me refiero en esta mirada. Me refiero a las ideas que, verdaderas o falsas, impulsan a la gente a afrontar los riesgos de una travesía, el cruce de una frontera, meterse debajo de un camión o cualquier otra forma posible de acceder a esa idea, a ese “orden imaginado” que es la Europa próspera, deseosa de recibir a migrantes y en la cual el esfuerzo, el trabajo duro, el afán de superación siempre es recompensado con una vida mucho mejor.
Creemos en un orden particular no porque sea objetivamente cierto, sino porque creer en él nos permite cooperar de manera efectiva y forjar una sociedad mejor
El concepto de “orden imaginado” lo aplica el historiador israelí Yuval Noah Harari en su ensayo “Sapiens: De animales a dioses: Una breve historia de la Humanidad” a todo aquello que sin tener una existencia real los “derechos humanos”, la creencia de que todos somos iguales, “Alhama”, valgan estos ejemplos, todos carecen de existencia real, pero, en palabras del autor: “Creemos en un orden particular no porque sea objetivamente cierto, sino porque creer en él nos permite cooperar de manera efectiva y forjar una sociedad mejor. Los órdenes imaginados no son conspiraciones malvadas o espejismos inútiles. Más bien, son la única manera en que un gran número de humanos pueden cooperar de forma efectiva.”
Es decir, no existen objetivamente los derechos humanos, pero comportarnos como si fuesen reales nos hace que podamos colaborar unos con otros de manera más efectiva para crear una sociedad más justa, libre y equitativa.
para que el juego funcione, para que un “orden imaginado” llamado “Sanidad Pública” “derechos de las mujeres” o “trabajo digno y bien retribuido”
Pero para que el juego funcione, para que un “orden imaginado” llamado “Sanidad Pública” “derechos de las mujeres” o “trabajo digno y bien retribuido” es necesario que nos lo creamos todos, especialmente quienes están, por su capacidad de firmar leyes en el BOE, en disposición de garantizarlos.
Si, por el contrario, dudamos o hacemos dudar de todos esos órdenes imaginarios o los sustituimos por sus contrarios, es decir por lo que está pasando en la Comunidad de Madrid se corre el riesgo de que aumente la mortalidad en toda la gente que carece de los recursos necesarios para pagar sus tratamientos e intervenciones, o que nuestros hijos, o los de mis amigos, no puedan estudiar según qué carreras.
Las ideas efectivamente pueden matar, por eso a la hora de ir a votar merece la pena reflexionar serenamente y ver que tipo de “orden imaginado” queremos. Yo lo tengo claro: uno incluyente en el que tengan cabida todos, todas y todes, donde todos, todas y todes puedan vivir, estudiar, trabajar, disfrutar de sus cuerpos, y ser atendidos en caso de enfermedad o accidente con todos los recursos necesarios, con independencia de su cuenta bancaria, tarjeta de crédito, color de piel, nacionalidad, religión u opción sexual.