No es ni el idioma, ni la historia compartida, ni la gastronomía.
Tampoco es la Roja; no. Lo que de verdad nos une a todos los españoles, ya sea a tiempo completo o tiempo parcial, es el rechazo a España, la negación de España, la aversión a esa España plural en la que cabemos todos o casi todos, para sustituirla por la España pequeñita, por eso la escribo con minúscula inicial en la que no cabe ni Dios, o apenas cabe un Dios que no sea tu Dios.
Y no, no exagero. Existen tantas Españas pequeñitas y enfrentadas como queramos imaginar, porque lo que de verdad es esencialmente español es enfrentarnos entre nosotros a cuento de lo que sea, Por motivos de religión, de raza, de color de la piel, de sexo, quiero decir identidad sexual, por gustos alimenticios, por afinidad balompédica por cuestiones de gobierno, por defender lo público, por defender lo privado, por la República, por la Monarquía, por la leche que hemos mamado, por la leche que bebemos los granadinos (que no es la leche que nos da Mariana por la mañana), porque sí porque no, porque lo digo yo, porque lo dice uno que no me cae bien, porque lo digo yo y no te caigo bien, porque lo dices tu y no me caes bien.
“Quién me va a entender a mi/ si ni yo mismo me entiendo..."
Basta con que afirme cualquier cosa, ¡venga una sencilla y poco comprometida¡: No me gusta la música de Michael Jackson, hablo de su música sin entrar en nada de sus otras circunstancias, para que los seguidores del ídolo me tachen de cretino integral y si escribo que no me cae bien Nadal el tenista no ha de faltar quien me tache de rojo rojísimo, con lo cual ya entramos en otra peliaguda controversia, Rojo, sí, pero ¿De quién? del rojo tirando a rosado, del rojo pablista, del rojo yolandista. ¿Puedo? ¿Sumo?, ¿Sancheo?. Como dice la copla, que seguro que habrá quien me reproche que diga copla, cuando quiero decir canción, “Quién me va a entender a mi/ si ni yo mismo me entiendo/, te digo que no te quiero/ y por ti me estoy muriendo”. Aquí a modo de inútil demostración de saber popular o demostración de “cortura”, que es la cultura del pueblo llano, diré que en este caso sí es copla, según las reglas del arte.
Nada nos une, en serio lo digo, más a los españoles que dividirnos por lo importante y por lo baladí, y el rechazar de plano al que consideramos adversario de forma que, si yo defiendo, como efectivamente hago los valores del republicanismo laico y progresista, de la tolerancia y el respeto a todos los demás, debo respetar tu monarquismo y tus valores que no comparto, pero respeto. El problema viene cuando tu no respetas mi republicanismo, mi ni forma de ver la vida. Y es muy fácil y sencillo, basta con entender que un único pensamiento, una única bandera, una única religión, una única patria nos situaría no en una utopía unitaria y feliz sino en el nivel de las amebas y otros seres vivos acéfalos.
Pero quiero creer que hay otras en las que sí que es posible convivir pacíficamente aún dentro de la disensión
Yo sería partidario de una España en la que sin dejar de lado lo que nos enfrenta, porque hay cosas como la vida, la muerte, la existencia o no de Dios, los misterios de la mecánica cuántica, el origen y el final de todo, la auténtica receta de la paella, la pureza del cante gitano andaluz, ¿Ves tú?, yo soy más de flamenco y en fin, otras cuestiones no menos dignas de debate y estudio profundo, hay cosas, decía, en las que no nos vamos a poner de acuerdo. Y cuyo estudio y debate sería prolijo y arduo, en el supuesto, que es mucho suponer, de que gente tan temperamental y propensa a la ira como somos los de esta parte de la península fuésemos capaces de encontrar tiempo, calma y sosiego para el menester del estudio de tales temas.
Pero quiero creer que hay otras en las que sí que es posible convivir pacíficamente aún dentro de la disensión, necesaria disensión por otra parte. La España de la bandera con águila, un sólo idioma oficial y todo lo demás no me resulta atrayente ni como recurso literario, Aquí nos tiramos los trastos a la cabeza, discutimos, nos insultamos y lo que haga falta, allí y entonces tú me hubieras metido en la cárcel, como poco. Prefiero este discutir continuo en redes sociales que los debates intelectuales de calado profundo en los módulos de presos políticos de las cárceles españolas de antaño.
Lo de ver en qué podemos coincidir ya lo iremos mirando.