Esas palabras forman parte de una definición muy gráfica de mi padre sobre el ejercicio de la libertad y la defensa de la dignidad personal.
Nos las decía a mi hermano Antonio o a mí cada vez que íbamos a empezar en un trabajo nuevo: “Si ves que no te miran bien o que te faltan al respeto te echas la chaqueta al hombro y te vienes para la casa, que aquí todos los días tenemos olla o papas fritas o lo que sea”.
Daba igual que fuera invierno o verano, podía ser una chaqueta real o no, traerla puesta o echada al hombro o no llevarla. Era sobre todo una chaqueta metafórica. Para mí es una imagen poderosa, expresiva, de la tranquilidad de poder renunciar a un trabajo si lo estimábamos necesario.
Y esa otra cosa se llama cultura. Es la música, la poesía, la naturaleza, la belleza…
Era un consejo u ofrecimiento, cuasi pionero de eso que desde hace algún tiempo se ha dado en llamar “la gran renuncia”, fenómeno que empezó a detectarse en los Estados Unidos en la primavera de 2021 tras la vuelta al trabajo presencial después de los confinamientos y restricciones de movilidad durante la pandemia. Durante los meses siguientes abandonaron su trabajo (o se echaron la chaqueta al hombro) un número mucho mayor de personas de lo que era habitual, tras cambiar sus prioridades de vida, después de darse cuenta de que cosas que consideraban importantes no lo eran tanto y otras que sí lo eran no recibían la atención merecida. El confinamiento les había ofrecido la posibilidad de reflexionar y meditar sobre asuntos sobre los que “el sistema” no quiere que lo hagamos. Muchos empezaron a darse cuenta de algo que el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga, un humanista de los que van quedando pocos, resumió a la perfección en una entrevista en El País: “la vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado. Eso no puede ser. Esa vida no es humana. Tiene que haber algo más pero aquí, en esta vida. Y esa otra cosa se llama cultura. Es la música, la poesía, la naturaleza, la belleza…”
Nuestro padre siempre nos inculcó la responsabilidad y el buen desempeño laboral, con el ejemplo y de palabra; pero también exigía y nos animaba a hacerlo a nosotros, el cumplimiento de nuestros derechos laborales y salariales.
Afortunadamente nunca se nos dio el caso de tener que echarnos la chaqueta al hombro, pero el saber que, dado el caso, no nos iba a echar en cara el haber dejado un trabajo, porque sabía que si lo hubiera hecho es porque había buenas razones, nos aportaba tranquilidad.
...así suena mucho mejor que esas palabras “papá estado”
Muchos pensaréis que el que está con el agua al cuello tiene que aguantar carros y carretas y que por tanto no lo tiene tan fácil. Ahí es donde quiero llegar. De igual forma que un buen padre apoya a sus hijos, el estado, los poderes públicos, tienen que apoyar a sus ciudadanos como si también fueran sus hijos, para el ejercicio de sus derechos sin detrimento de su sustento.
Es decir, comportarse como un “padre estado”, que dicho así suena mucho mejor que esas palabras “papá estado”, que tan peyorativamente usan los ultraliberales cuando protege a los vulnerables, pero al cual acuden en busca de subvenciones y ayudas cuando el negocio no les sale bien. O directamente acordar que si hay beneficios son para ellos y si hay pérdidas las pagamos entre todos, como en el “rescate de las autopistas” mediante una cláusula llamada con el simpático nombre de “Responsabilidad Patrimonial de la Administración (RPA)”.
> El Gobierno cifra en 1.000 millones de euros el rescate de las autopistas quebradas en la crisis
Entre las grandes constructoras que se beneficiaron de ese robo masivo legal a todos los ciudadanos, consentido por los gobiernos de Aznar está, por supuesto, Ferrovial, con su patriotismo de chichinabo.
...sería la mejor herramienta para garantizar que los trabajadores se echaran la chaqueta al hombro
Con un consenso de los gobiernos que eliminara los paraísos fiscales y que, por tanto, todos pagaran todos los impuestos que tuvieran que pagar se podría establecer la Renta Básica Universal, concepto del cual el titular de esta sección ya ha escrito en alguna ocasión.
Esta sería la mejor herramienta para garantizar que los trabajadores se echaran la chaqueta al hombro cada vez que lo vieran necesario y para garantizar al mismo tiempo que hubiera que hacerlo lo menos posible.
A los primeros que hablaron o escribieron en contra de la esclavitud seguramente los tacharon de ilusos o charlatanes.
Imagen generada por inteligencia artificial.
Firma invitada: Prudencio Gordo Villarraso.