Debo la idea y la meditación en sí a un vecino con camión.
Que fue el que durante el inicio de su jornada laboral encontró el solitario girasol que ilustra esta mirada. Lo encontró y se sorprendió de su soledad y pensó que era un girasol con “un par” capaz de desafiar la soledad y la condiciones, hemos de suponer adversas. Pero ahí estaba él, solo. Fané y descangallado como en el viejo tango de Gardel, pero resistiendo a pesar de todo.
Al regreso de su ruta recibió mi vecino una noticia algo triste y al ver de nuevo al girasol solitario lo que un rato antes le había causado alegría, la valentía de la planta ahora le producía tristeza pensando en la radical soledad del superviviente girasol, alejado de sus similares.
...soy coleccionista de historias varias, propias y ajenas...
Así, más o menos fue como me lo contó mi vecino (aunque los versos del tango los he añadido yo); sabedor de que soy coleccionista de historias varias, propias y ajenas y que, tal vez la anécdota me diese para escribir “una de esas reflexiones que tú escribes”. Naturalmente que sí, porque yo también empaticé con él y con el auténtico protagonista de esta historia, el “helianthus annuus”, cuya flor estamos acostumbrados a ver en compañía, en mucha compañía y que choca ver en soledad.
Cabe plantearse, pues, si no será que lo que vemos, o creemos ver, en casi cada momento en nuestra vida, no vendrá determinado por nuestra situación anímica previa, que es la que pone el color del cristal de esa linterna con la cual cuentan que Diógenes buscaba un hombre sin llegar a encontrarlo. De igual modo el mismo girasol puede parecer un héroe desafiante a todas las adversidades o un pobres desgraciado maltratado por la vida. Tal vez la respuesta no sea ni lo uno ni lo otro, tal vez se pueda ser a la vez un pobre desgraciado solitario y un héroe que desafía a todo y a todos. Consciente de que el resultado de ese desafió raramente puede tener buen fin, pero que hay veces en las cuales no es posible agachar la cabeza y callar, en las que es preferible soportar la soledad de andar por caminos poco transitados antes que coincidir con la gran mayoría en las cómodas y fáciles rutas de los caminos trillados.
...no sea que por un calentón diga uno lo que no quiere, o lo que es peor, acabe votando a quien resume todo su programa electoral para Andalucía en un folio
La historia también nos puede avisar de que no es aconsejable tomar decisiones importantes movidos por sentimientos demasiados intensos, ni para lo bueno ni para lo malo y ya avisan los que de estas cosas saben que no hay que ir a comprar comida con hambre, ni tomar decisiones demasiado alegre o triste. En todo es preferible un estado de calma y sosiego, no sea que por un calentón diga uno lo que no quiere, o lo que es peor, acabe votando a quien resume todo su programa electoral para Andalucía en un folio.
Si hemos de estar como el solitario girasol, al menos que lo estemos desde el convencimiento de que es mejor alejarse de según qué mayorías.
Y en todo y para siempre bienvenida sea es capacidad de empatizar que nos hace ser capaces de sentir como propia la soledad de una planta, porque esa capacidad de ponernos en la piel del otro, así sea un cardo borriquero, es lo que nos acerca a la humanidad y nos aleja de esa animalidad de la que, a veces, da la sensación de que algunos aún no hemos acabado de salir del todo.
Y gracias a ese solitario girasol y, especialmente a mi vecino, que me regaló su historia resolviéndome la idea del artículo de esta semana.
La Philosophia de lo Cotidiano es lo que tiene, que para ella no hay asunto demasiado pequeño como para no poder reflexionar sobre ello.