Suelen los ‘Opinadores Magníficos’ escribir de cuando en cuando acerca del grave error de los votantes.
El error, por supuesto, es votar a quien les sale de los cojones del alma, felicísima expresión usada por mi admirado Manuel Vázquez Montalbán. Votan los votantes alegremente y luego salen gobiernos que a tales opinadores les desagradan profundamente. Y no siempre se da caso de que sean gobiernos de izquierdas, como el chileno que inquieta al señor Vargas Llosa.
Henry Ford decía que los clientes podían pedir el color de coche que quisieran siempre que fuera negro. Al parecer la pintura negra se secaba más rápido lo que aceleraba la cadena de montaje. De igual forma al talentoso novelista peruano le gustaría poder decir que la gente vote a quien quiera siempre que sean partidos de derechas porque los de izquierdas no se pudieran presentar en ningunas elecciones.
...andan los opinadores contritos con el avance de la señora Le Pen
También andan los opinadores contritos con el avance de la señora Le Pen, y si vamos al caso, con los avances de Vox en nuestro país. Ambas preocupaciones las comparto. Pero no tengo la osadía de decir que sus votantes se equivocan, y si, como pronostican las encuestas, la derecha tricéfala vuelve a obtener los votos necesarios para gobernar en Andalucía, continuaré sufriendo las incomodidades que tales gobiernos provocan, especialmente a los usuarios de la sanidad pública, incomodidades derivadas de la falta de personal para atender la demanda de una ciudadanía que tiene la osadía de pedir atención sanitaria, sin tener en cuenta que a los que gestionan la salud pública andaluza les provoca un cierto rechazo gastar el dinero de los contribuyentes en cosas como contratar médicos, enfermeros, celadores, auxiliares y toda la gente indispensable para el buen funcionamiento de un hospital o centro de salud. Pero lo soportaré sin achacar error o culpa a los votantes de esos partidos. Y continuaré agradeciendo el trabajo de los profesionales de la salud que me atienden en mis alifafes.
Creo que de ir por ese camino de considerar los Opinadores Magníficos que quien no piensa y vota como ellos aconsejan yerra profundamente, podríamos llegar al extremo de considerar que, si el infierno son los demás, como escribió el simpático señor Sartre, también es licito concluir que el gran problema de las elecciones son los votantes errados. Yo, que he vivido, pocos años afortunadamente, pero siempre demasiados, en un país en el que no había elecciones sé perfectamente que prefiero que se equivoquen los votantes a que acierte un general de inflado ego devenido en Generalísimo. Y esa es una de las razones de mi republicanismo intelectual y platónico, el único que me puedo permitir. Uno con un presidente de la república se puede equivocar y rectificar. Con un rey no hay devolución ni reclamación posible si sale malo.
..., a los que les afecta en su nivel de vida les apetezca votar a gente con ideas distintas a ver qué pasa
Lo que sí hay que considerar es la razón de que los votantes voten a esa gente cuyo currículum es ampliamente conocido y cuyas ideas es cierto que suscitan rechazo en gran parte de la ciudadanía. No creo que nadie se dispare a su propio pie cuando mete la papeleta en la urna y todos votamos por la razón que lo hacemos sin tener que rendir cuentas a nadie. Que para eso el voto es secreto. Pero sí es comprensible que, si la acumulación de capital es cada vez mayor entre menos gente y la pobreza se extiende cada vez entre más gente, a los que les afecta en su nivel de vida les apetezca votar a gente con ideas distintas a ver qué pasa. Total, mal ya estamos y, como dicen en mi pueblo, ningún perdido va a menos. Aunque no tengo claro que esto sea cierto o pueda serlo en época de inflación desbocada.
No estoy diciendo que el racismo, la xenofobia, la aporofobia y otros males que traen los votantes de Le Pen o Vox estén justificados. Estoy diciendo que antes de culpar a sus votantes deberían reflexionar, especialmente el muy liberal, económicamente, señor Vargas Llosa qué parte de influencia tienen esas políticas ultraliberales del “dejar hacer”, de no intervenir en la economía que postula en la situación que padecemos. Que se ha agravado con la pandemia y con la guerra, pero dichas políticas ya estaban de mucho antes instaladas entre nosotros. De mucho antes.
Nunca se equivocan los votantes; lo hacen los políticos que defraudan a sus votantes por meter la mano o la pata demasiado. Y los Opinadores Magníficos a sueldo de esos políticos. O de las empresas que sustentan a esos políticos, que a fin de cuentas viene a ser lo mismo.