Rusia debe ser destruida, cueste lo que cueste.
Y va a costar bastante en vidas y haciendas, en puestos de trabajo y en un claro desmejoramiento del nivel de vida de los pobres de esta parte de Europa, la buena. De esos pobres a los que el hecho de tener un puesto de trabajo no les garantiza dejar de ser pobres. Pero hay que ser realistas y comprender que el mundo es demasiado pequeño para dos imperios. De modo que igual que Roma acabó destruyendo a Cartago no me cabe la menor duda de que la Nueva Roma acabará destruyendo a Rusia y tampoco me cabe la menor duda de que el Senado de Roma recibirá abundancia de bienes de todo tipo y el pueblo de Roma, que somos todos los que vivimos en la Provincia de España con un poco de suerte seguiremos más o menos como estamos, con un poco de menos suerte estaremos algo peor.
No quieran leerse mis palabras como un apoyo a la Rusia de los Zares. Los de antes y los de ahora. No, como persona de izquierdas y partidario de la máxima libertad de elección de la vida personal, en todos sus aspectos, difícilmente puedo sentir simpatía por tipos como el Zar Ruso y su corte de oligarcas que pueden tener súper yates de superlujo en puertos españoles, eso es lo que parece si he de creer la prensa que leo, que refiere la detención de un marinero por querer hundir el yate de su patrón, oligarca ruso. No simpatizo con Putin ni con su modo de entender la vida y la política y con el modo de liquidar a sus enemigos políticos, mucho menos. Opino que a los enemigos políticos hay que tenerlos muy cerca.
...oligarcas, nacionalistas (rusos, ucranianos, españoles, catalanes, vascos o de donde sean). Gente cargada de testosterona y ardor guerrero, capaces de ver en el vecino de al lado a su peor enemigo
Por eso, aunque no me sumo a la ola de rusofobia que nos invade, cual nueva pandemia más contagiosa que la otra, condeno rotunda y claramente las últimas acciones del señor Putin. Y al decir las últimas me refiero a desde que es el nuevo amo de la Rodina, Madrecita Rusia a la que le ha salido un hijo que la trae por la calle de la amargura. Digo que no me sumo a la ola de rusofobia porque no creo que sea necesario para quien me conozca, saber lo que pienso, que para eso basta con leer mis miradas semana a semana, sobre oligarcas, nacionalistas (rusos, ucranianos, españoles, catalanes, vascos o de donde sean). Gente cargada de testosterona y ardor guerrero, capaces de ver en el vecino de al lado a su peor enemigo a poco que no comparta sus aficiones patrioteras, que no patrióticas. Con la patria, como dijo Don Manuel hay que estar con razón o sin ella, frase que no es la primera vez que repito porque, evidentemente comparto, igual que comparto la patria en la que Don Manuel y Don Santiago podían sentarse juntos en el Club Siglo XXI.
Y lógicamente, como Putin rechazaría sentarse ni con don Manuel ni don don Santiago, mucho menos en medio de ellos, yo a tal señor le niego el pan y la sal y que Dios lo ampare, eso sí. Que le va a hacer falta en tiempos en los que hasta la muy neutral Suiza rompe su neutralidad para sancionar con medidas económicas los ardores guerreros del señor Putin. Que son las que duelen.
...ganas me dan de alejarme del mundanal ruido, del mundo y sus monarquías y pasar mis días con mantequillas y pan tierno
Y dicho esto, tampoco quiero dejar de decir que ganas me dan de alejarme del mundanal ruido, del mundo y sus monarquías y pasar mis días con mantequillas y pan tierno, pero caigo en la cuenta de que ni me gusta la mantequilla ni es posible hoy día alejarse del mundo, por lo menos hasta que unos u otros, que a nosotros lo mismo nos va a dar, nos dejen desconectados de internet en todas sus posibles formas de acceso. Cierto es que me bastaría con no encender ni móvil ni ordenador ni la tele ni ningún aparatillo parecido para quedar desaparecido para el mundo y el mundo para mí.
Pero hay una cosa que me impide llegar a esos extremos de extravagancia: La curiosidad por ver lo que nos trae de nuevo cada día. Aunque lo que traiga sea una novedad con más de dos mil años de historia como la vieja rivalidad entre Roma y Cartago.
Y, como decía al principio, “Delenda es Rusia” y que los dioses nos cojan confesados a todos.
Pero hay una cosa que me impide llegar a esos extremos de extravagancia: La curiosidad por ver lo que nos trae de nuevo cada día. Aunque lo que traiga sea una novedad con más de dos mil años de historia como la vieja rivalidad entre Roma y Cartago.
Y, como decía al principio, “Delenda es Rusia” y que los dioses nos cojan confesados a todos.