Me había prometido a mí mismo dejar la política.
Abandonar toda actividad, incluso esta tan leve y mínima de juntar palabras, que tuviese relación con la política, en el convencimiento de que ya lo he dicho en ese campo todo o casi todo y que todo lo dicho, todo lo escrito; ha servido no para casi anda, sino directamente para nada. Sucede que ya no entiendo lo que está pasando ahí fuera; no entiendo conceptos como pobreza infantil, pobreza energética o, la última o penúltima de la serie (ya se sabe que los Jinetes del Apocalipsis son cuatro) pobreza farmacéutica. Ya lo escribió y cantó Daniel Viglietti “Tanta distancia y camino/ tan diferentes banderas/ y la pobreza es la misma/ los mismos hombres esperan”. La primera vez que escuché esa “Milonga de andar lejos” debía tener poco más de quince años. Y la letra era verdad, hoy tengo casi sesenta y sigue siendo verdad, dolorosamente verdadera, esa letra escrita por ese sembrador de semillas de utopía (la definición es de Pepe Mujica) que fue el cantautor uruguayo.
Ya digo que había pensado retirarme por entero de la política y consagrar mis miradas a gastronomía, teosofía, música, literatura y otras amenidades con las que pasar mi tiempo, mientras afronto la llegada de la edad provecta acompañado por mis seres, libros y cosas queridas. Pero tanta pobreza, tanta gente esperando a que baje el precio de la luz para poder calentarse, a que suban los sueldos y sus hijos dejen de ser pobres, a poder pagar sus tratamientos médicos, me han hecho considerar que no puedo permitírmelo.
Abro aquí un paréntesis para aclarar por qué no es un tema menor el de los tratamientos médicos. En los Estados Unidos el precio mensual de la insulina es de 200 o 300 dólares si el paciente cuenta con seguro médico, caso de no tenerlo puede llegar a los 1.200 dólares. Todas las cifras se refieren a gasto mensual. En España la insulina que gasto yo tiene un precio de poco más de 50 euros la caja de cinco plumas precargadas. Pero yo no pago nada.
la pobreza es susceptible de ser erradicada o atenuada siempre que quienes gobiernen tengan la voluntad política de hacerlo
Es decir, que la pobreza es susceptible de ser erradicada o atenuada siempre que quienes gobiernen tengan la voluntad política de hacerlo. Y no, no voy a aprovechar para hacer una filípica contra Estados Unidos ni contra la guerra que está por venir, si he de creer a lo que publica la prensa por estas fechas.
Cerrado el paréntesis, prosigo con lo que decía, que creo que era que iba a dejar de escribir de estas cosas, pero que, ante tanta pobreza, he decidido sentar plaza de sembrador de semillas de utopía, siguiendo las huellas de tanta gente que ha venido teniendo esa profesión. No ha de serme complicado, puesto que poco más o menos es lo que hago mirada a mirada. O eso creo que vengo haciendo. No con mucho acierto, eso sí.
Aunque la tierra no sea propicia a esas semillas, aunque las malas hierbas ahoguen a los brotes, alguno prosperará y sobrevivirá. No siembro para hoy, ni tal vez para mañana, pero las conquistas de la clase obrera, en condiciones de trabajo mejoradas, reducción de la jornada laboral, vacaciones pagadas y el resto de derechos de los que presumimos, son resultado de semillas de utopía sembradas por nuestros bisabuelos, y cuidadas por nuestros padres.
Y me está pareciendo que sus hijos no estamos por la tarea de recoger la cosecha y guardar parte del grano para volver a sembrarlo.
No es mal oficio el del sembrador de semillas de utopía y, en todo caso, creo que son tan necesarias como el trigo.
Cerrado el paréntesis, prosigo con lo que decía, que creo que era que iba a dejar de escribir de estas cosas, pero que, ante tanta pobreza, he decidido sentar plaza de sembrador de semillas de utopía, siguiendo las huellas de tanta gente que ha venido teniendo esa profesión. No ha de serme complicado, puesto que poco más o menos es lo que hago mirada a mirada. O eso creo que vengo haciendo. No con mucho acierto, eso sí.
Aunque la tierra no sea propicia a esas semillas, aunque las malas hierbas ahoguen a los brotes, alguno prosperará y sobrevivirá. No siembro para hoy, ni tal vez para mañana, pero las conquistas de la clase obrera, en condiciones de trabajo mejoradas, reducción de la jornada laboral, vacaciones pagadas y el resto de derechos de los que presumimos, son resultado de semillas de utopía sembradas por nuestros bisabuelos, y cuidadas por nuestros padres.
Y me está pareciendo que sus hijos no estamos por la tarea de recoger la cosecha y guardar parte del grano para volver a sembrarlo.
No es mal oficio el del sembrador de semillas de utopía y, en todo caso, creo que son tan necesarias como el trigo.