Echo de menos a mucha gente y muchas cosas.
Gente definitivamente ausente y gente no presente, pero con esa ausencia temporal del tal vez, que hace esas ausencias más llevaderas: Tal vez llame mañana, puede que me dé una vuelta por allí. Son infinitas las posibilidades de un “tal vez”. Y, en cuanto a las cosas, extraño la vieja cinta de Chuck Berry, que me regaló mi colega el Barri. Y no es un juego de palabras, mi compañero de trabajo tenía como apodo Barri. Y es lo que hay. Y sé que la cinta no debe de estar lejos, pero me da una pereza enorme ponerme a rebuscar en cajones, cajas, rincones y recovecos para sumergirme, una vez más, en esa nostalgia de los tiempos pasados. También echo de menos mis viejas libretas y cuadernos de notas, y los bolígrafos que las acompañaban, material que me bastaba para fingir que me había enterado de todo, o casi todo, y poder contarles a modo no sé si de crónica, noticia o cuento, lo que pasó. O la mejor versión de lo que pasó.
...echo mucho de menos a casi todos los profesores que me ayudaron a prepararme para la tarea de vivir.
Extraño ese primer carnaval de Alhama que me fue dado conocer, como extraño esa primera lectura del Guardián entre el centeno, y a María la profesora de literatura que me mandó leerlo. Añoro esas tardes en el Paseo después del instituto. Las clases de inglés con Maite y las de dibujo con José. Peros sobre todo las extraño a ellas, como echo mucho de menos a casi todos los profesores que me ayudaron a prepararme para la tarea de vivir.
Echo de menos a mucha gente y muchas cosas. Pero lo que no lamento es el paso del tiempo que me ha traído hasta aquí, que es un lugar espacio-temporal en el que me encuentro relativamente cómodo. No disfruto de fiestas foráneas, como la que acabamos de gozar o sufrir, (táchese lo que no proceda). Pero creo que es más por mi carácter introvertido, poco dado a festejos tumultuosos, únicamente sufribles con una dosis de ginebra Bombay Zafire que ya no me permite mi salud, y al paso que van las cosas, mis ingresos. No lamento el paso del tiempo, porque estoy enormemente satisfecho de conocer y tratar a mucha gente recientemente conocida o viejos amigos y compañeros: De la vieja Radio Alhama, definitivamente ausente, no sé por qué. O si lo sé no me apetece contarlo.
Y sobre todo, sucede que si Mafalda me preguntase ¿En tus tiempos se vivía mejor?, rauda saldría mi respuesta. Estos son mis tiempos, Mafaldita. Y los que están por vivir. Lo otro es mi historia.
Echo de menos a mucha gente y muchas cosas. Pero lo que no lamento es el paso del tiempo que me ha traído hasta aquí, que es un lugar espacio-temporal en el que me encuentro relativamente cómodo. No disfruto de fiestas foráneas, como la que acabamos de gozar o sufrir, (táchese lo que no proceda). Pero creo que es más por mi carácter introvertido, poco dado a festejos tumultuosos, únicamente sufribles con una dosis de ginebra Bombay Zafire que ya no me permite mi salud, y al paso que van las cosas, mis ingresos. No lamento el paso del tiempo, porque estoy enormemente satisfecho de conocer y tratar a mucha gente recientemente conocida o viejos amigos y compañeros: De la vieja Radio Alhama, definitivamente ausente, no sé por qué. O si lo sé no me apetece contarlo.
Y sobre todo, sucede que si Mafalda me preguntase ¿En tus tiempos se vivía mejor?, rauda saldría mi respuesta. Estos son mis tiempos, Mafaldita. Y los que están por vivir. Lo otro es mi historia.
si lloramos por no poder ver la luna, las lágrimas no nos dejarán ver el sol
O la parte de la Historia que me fue dada vivir y conocer y que se incluye en el conjunto de las pequeñas o grandes historias que contribuyeron a cambiar, estoy convencido de que, para mejor, el país que nos vio nacer. Esta España en la que ahora vivimos y que celebra fiestas extranjeras, tal vez con detrimento de nuestras tradiciones y costumbres más venerables. Pero ahí están, nadie sabe muy bien cómo han venido, pero están aquí y están para quedarse. Es lo que hay. Pero si lloramos por no poder ver la luna, las lágrimas no nos dejarán ver el sol y podemos intentar ser como nuestros hijos, pero no esperar que ellos sean como nosotros.
Porque la vida no espera ni retrocede. Avanza, y es tarea nuestra avanzar con ella. O, si lo preferimos, quedarnos al margen, que para eso tenemos dos para elegir: el izquierdo y el derecho.
Porque la vida no espera ni retrocede. Avanza, y es tarea nuestra avanzar con ella. O, si lo preferimos, quedarnos al margen, que para eso tenemos dos para elegir: el izquierdo y el derecho.
Como peatón que soy, siempre por la izquierda.
Pero creo que lo de permanecer al margen es una solución puramente transitoria porque la vida no te va a dar la opción de permanecer alejado, de una u otra manera se las arreglará para arrastrarte dónde ella quiera.
Mi forma de encararlo es dejar que la vida fluya e intentar que no me deje muy atrás, atrapado en una malsana nostalgia, ni muy adelante subido en un idílico optimismo frente al futuro.
Camino junto a la vida, los tiempos y la historia, la minúscula historia de este rincón que habito. Eso sí : Como peatón que soy, siempre por la izquierda.
Mi forma de encararlo es dejar que la vida fluya e intentar que no me deje muy atrás, atrapado en una malsana nostalgia, ni muy adelante subido en un idílico optimismo frente al futuro.
Camino junto a la vida, los tiempos y la historia, la minúscula historia de este rincón que habito. Eso sí : Como peatón que soy, siempre por la izquierda.
Se aconseja escuchar París, Texas de Ry Cooder