Pequeños gestos, grandes personas



Acabo de mirarlo para documentarme con lo cual lo puedo afirmar rotundamente.
 
 Fue Jean Paul Sartre el que dijo que el infierno son los otros. Pero no se lo vamos a tener en cuenta porque desconocemos, yo al menos, las circunstancias en las cuales lo dijo y porque todos nosotros hemos dicho algo parecido alguna vez. Unos adolescentes que regresan de madrugada con la feroz alegría de esas edades alborotando a todo volumen (incluso yo lo hice alguna vez, “bien mamao, como es debido”, que canta Malevaje); los trabajadores que a horas tempranas hacen ruido, mucho ruido. Pero yo también lo he hecho en análoga situación y bastante castigo es estar a las mejores horas de dormir en la calle haciendo ruido, en vez de en la cama calentito; el desquiciado comentarista deportivo que celebra como si fuese una gesta digna de entrar en el mito que un futbolista ha tocado la pelota con pierna derecha, y lo hace chillando con voz estridente; el vecino que friega los platos con Ledd Zeppelin a todo volumen (me temo que ese soy yo, mismamente).

 La lista de situaciones en las que citar al filósofo francés con motivo es amplia, qué duda cabe. Pero también es cierto su contrario, el hecho de que hay situaciones y personas que merecerían ser celebradas diciendo “¡El Paraíso son los demás! Y no se necesita que esos “demás” se hayan ido a la India a ayudar a los parias a morir en gracia de Dios, ni ninguna heroicidad semejante. No es necesario vender todas tus pertenencias, dar el dinero a los pobres y seguir al Rabí para ser una buena persona, incluso una excelente persona, una gran persona.

...eres un inmoral por muy temprano que te levantes, votes a quien votes y acudas o no a misa los domingos o fiestas de guardar.
 Basta con algo tan sencillo de expresar como “Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona, como en la de cualquier otro, como un fin en si mismo y nunca solamente como un medio”, frase que escribió Kant en su “Fundamentación de la metafísica de las costumbres” y que expresa con elegancia y sencillez que si usas a un ser humano como un medio y no como un fin, eres un inmoral por muy temprano que te levantes, votes a quien votes y acudas o no a misa los domingos o fiestas de guardar.

 No creo que la señora que el otro día ayudó a una persona que lo necesitaba a configurar en el móvil la aplicación de Correos, en la oficina de correos, pensase en esa frase, pero ayudó al que lo necesitaba y eso hace de ella una gran persona. No fue una acción grandilocuente, fue algo tan sencillo como decir a esa persona que se sentase a su lado para ayudarle a configurar la aplicación. Sencillo el gesto, no tan sencillo lo de la configuración. Que por eso necesitaba ayuda.

 Como son grandes personas casi todas las que te tropiezas en tu vida cotidiana, a poco que les des la oportunidad de demostrarlo mediante el uso de herramientas tan sencillas como la empatía, la sencillez, la cortesía y la sonrisa. Con esos pocos ingredientes obras la transformación del dependiente, el camarero, el dueño de la librería, el empleado de Correos, o de quien tengas delante, de una persona que te atiende a una gran persona que te atiende. Lo único que has tenido que cambiar es tu visión de esa persona, has transformado a alguien que era un medio, un medio legítimo, (comprar un libro, recoger un paquete en Correos, retirar tu medicación de la farmacia) en un fin en sí mismo. La has convertido en una persona que te interesa más allá de una acción concreta.

...insisto en que son los gestos sencillos que todos a casi todos hacemos las que hacen que una persona sea una gran persona.
 Y esta forma de actuar es la que convierte a quien la lleva a cabo en una gran persona sin necesidad de operar gratis o a cambio de publicidad gratuita a que tampoco es que está mal. Pero insisto en que son los gestos sencillos que todos a casi todos hacemos (saludar a los vecinos, pedir el café o la cerveza por favor, dar las gracias, cuidar la higiene personal) las que hacen que una persona sea una gran persona, incluso sin proponérselo. Naturalmente, como en todo, puede haber excepciones y que te ocurra como al simpático Loopy de Loop que ilustra esta mirada de ética cotidiana. Pero aún así creo que hay que insistir.

 No podemos prescindir de los demás en nuestra vida cotidiana, en nuestras manos esta que seamos para ellos, o el infierno o el paraíso. Y viceversa, naturalmente.