Toda una vida



Últimamente a la hora de comer veo en la tele gente muy rara.

 Gente que corre, salta, hace piruetas o lanza cosas lo más lejos de sí posible. Intrigado, le inquiero a mi hermano si no será otra de las señales del Apocalipsis y me contesta que eso debería saberlo yo, que lo he leído y que si no perdiese el tiempo en maratones de “Nesflix” y leyese el Ideal o escuchase la Ser estaría al tanto de mi realidad circundante y sabría que son las Olimpiadas de Tokio (por la forma de decirlo sé que lo ha dicho así, con mayúsculas).

Puedo decir sin orgullo, pero sin mentir, que, a lo largo de mi vida productiva, aquella en la que he cobrado por hacer algo, he sido aprendiz de todo y maestro de maldita la cosa...
 Me quedo más tranquilo y urgido por la curiosidad indago en mis recuerdos infantiles de las clases de gimnasia y cosas así, como correr y saltar al potro. O hacer footing años antes de que fuese inventado. Y llego a la conclusión de que sólo puede haber una buena razón para que alguien consagre toda una vida, joven vida, pero una vida, a eso de “más rápido, más alto, más fuerte”, que creo recordar de cuando era chico, que es el lema olímpico. Noventa mil euracos de vellón por una medalla de oro es una razón de peso para darle con ahínco a la cosa del deporte. Pero aun así sigo pensando que dedicar toda una vida a algo y únicamente a ese algo me parece bastante triste. Llámese arte, deporte o literatura o ajedrez, consagrar el tiempo de negocio y de ocio a una sola actividad me aterraría. Puedo decir sin orgullo, pero sin mentir, que, a lo largo de mi vida productiva, aquella en la que he cobrado por hacer algo, he sido aprendiz de todo y maestro de maldita la cosa y que martillos, cinceles, picos, palas, azadas, escobas, palustras, bolígrafos, máquinas de escribir, papel carbón para copias y otros útiles de trabajo ni me son desconocidos ni tengo con ellos una larga amistad. Y en lo que atañe a la vida improductiva, en la cual hago cosas que no me pagan, pero que me satisfacen, cultivo aficiones distintas y dispares como el gusto por el cine, los libros la música, amiga esta que rechazó mis requerimientos amorosos con lo cual si el abuelo Raimundo Amador canta por bulerías “pa que me partan la boca” yo maltrato a mis guitarras pa que me partan las manos. Y tengo más aficiones como el estudio de la philosophia de lo cotidiano, sabido creo que es.

 Pero hay gente, mucha gente, que no puede dedicar su vida prepararse para unas olimpiadas, porque tiene que ganársela haciendo cosas útiles y necesarias. Me alegro de que la española Ana Peleteiro haya conseguido el bronce, no sé en qué disciplina y me da pereza buscarlo. Pero ese bronce a mí no me sirve para nada. Las horas que dedican a sus profesiones Ana, Sonia, Manoli, Paco, Ana María, Benjamín, Damián, y así hasta, si quisiera, acabar la mirada con la larga nómina de gente que trabaja en la Comarca de Alhama y cuyos esfuerzos me resultan imprescindibles porque satisfacen mis necesidades más inmediatas y básicas. En farmacias, tiendas de alimentación, consultas de enfermería, bares, oficinas bancarias, e incluso las tele operadoras que llaman ofreciéndome servicios que no necesito, resultan más necesarias que los deportistas de élite, al menos para mí.

Como aficionado al cante, creo que, con paladar, desconfío de quien sobresale en un palo dejando los otros de lado y procuro aplicarme eso a mí mismo
 Considero, ya lo he escrito antes, como todo lo que he escrito, que lo he escrito varias veces, que el motivo de estar aquí, sobre este planeta es el de investigar, aprender, jugar, disfrutar del ocio, del conocimiento, del aprendizaje y tocando todos los palos que se puedan. Como aficionado al cante, creo que, con paladar, desconfío de quien sobresale en un palo dejando los otros de lado y procuro aplicarme eso a mí mismo. No importa que no pueda ir más alto, más rápido más fuerte si puedo andar, no importa que no entienda la mecánica cuántica, porque no la entiende nadie, no importa que no sea Jimi Hendrix si disfruto con mi telecaster china colgada.

 Tenemos una vida para todo, pero no una vida para una sola cosa. Al menos es mi modesta opinión de philósopho de salón, “piriodista” de todo a cien y opinador en continua oferta. Barato, paisa, barato.

 Dedico esta mirada a toda la gente trabajadora de la Comarca de Alhama cuyos servicios me resultan imprescindibles.