¿Concilia qué?



Creo que existe una ley de conciliación laboral y familiar.

 Pero mucho me temo que con ésta pasará como con todas las leyes que conceden derechos a la clase trabajadora, es decir que sobre el papel será un primor, pero llevarla a la práctica debe ser algo más complicado. Conozco a suficientes mujeres que además de en casa, tienen que trabajar fuera, mujeres reales con trabajos reales, sueldos reales y problemas reales, como para saber que es prácticamente imposible conciliar trabajo, familia y trabajo del hogar, eso que antiguamente se llamaba “profesión: sus labores” y que conlleva una jornada de todas las horas del día, o casi todas las horas del día y algunas de la noche.

 Creo recordar que fue la escritora inglesa Virginia Woolf la que dijo que, para escribir, una mujer necesita una habitación propia y dinero. Sobre todo, dinero para comprar el necesario tiempo libre para escribir. Porque el tiempo libre es un artículo escaso y caro. Artículo que no es asequible para una mujer que gana un sueldo más mediano o tirando a bajo, que puede que le dé para sobrevivir y sacar adelante a sus hijos, pero no para mucho más. Hablo de una mujer divorciada o madre soltera. Pero si está casada las cosas cambian bastante poco. No hay habitación propia para una mujer trabajadora, no ya para escribir si no para dedicarse a no hacer nada que no sea dejar pasar el tiempo mientras sueña despierta.

 Nunca he creído que el trabajo sea un derecho sino una necesidad en el caso de carecer de ingresos que no provengan del trabajo. Es la necesidad la que obliga a salir a la calle a aportar nuestra contribución a que el mundo funcione. Por tanto, y como esa situación es la de los menos, una muy pequeña minoría, estoy a favor de cualquier política social que implique el efectivo reparto del trabajo y el tiempo de ocio entre todos.

No me importa que esté casada o divorciada o sea madre soltera. El hecho de disponer de sus propios ingresos sería el que liberaría a la mujer
 Porque, además, si eres madre y estás divorciada, a las tareas del trabajo pagado se han de añadir un montón de otras tareas que nadie paga, pero que indudablemente contribuyen a que el mundo y el sistema sigan funcionando cada día. No estaría de más volver a plantear la idea de pagar un sueldo a todas las mujeres que no trabajan fuera de casa, dado que su trabajo también resulta esencial para todos. No me importa que esté casada o divorciada o sea madre soltera. El hecho de disponer de sus propios ingresos sería el que liberaría a la mujer, ingresos que aclaro que serían compatible, si lo desease con el trabajo fuera de casa, en el caso de poder compatibilizarlo de manera efectiva. Del mismo modo se aplicaría al hombre que se dedicase al trabajo de la casa y el cuidado de la familia.

 Evidentemente hoy por hoy esta idea es absolutamente utópica, pero todos los derechos y mejoras de la clase trabajadora, desde la jornada de ocho horas a las vacaciones pagadas, han sido en principio ideas utópicas que se han hecho realidad gracias a la lucha obrera y sindical.
 
 Creo que todas las mujeres además de reclamar la libertad de salir a la calle a ganarse el sustento, que me parece totalmente necesario, ninguna mujer debería depender da nadie para su sustento, deberían reclamar un tiempo de ocio para disfrutar de una habitación propia en la cual escribir o soñar despiertas, en la cual dejar pasar dulcemente un tiempo de ocio necesario como el pan de cada día, como el techo que nos cubre o como el aire que respiramos.

 Los poderes públicos deben garantizar el acceso al tiempo libre a las mujeres que trabajan fuera y dentro de casa. O, al menos garantizar sueldos que permitan contratar asistentas para el cuidado de la prole y la ayuda en las tareas del día a día. Que tampoco es pedir tanto, creo yo. Simplemente un poco de tiempo de ocio para gastarlo en lo que apetezca en ese momento.