No me llega la camisa al cuerpo



Desde ayer por la noche, exactamente.

 Estoy en un sinvivir, en un estado que aún no llega al pánico, pero que casi, casi. Y todo desde que vi un video del consejero de sanidad de Andalucía, Jesús Aguirre, en el cual superaba en comicidad a Chiquito de la Calzada, que ojalá que esté en la gloria con su madre. Involuntariamente, por supuesto. Después de mucho escucharlo entendí que en reuniones familiares no conviene que se acumulen muchos dentro del ámbito familiar dentro de lo que es la propia familia. O algo así naturalmente. La medida es sensata, pero el comunicador no logra hacerse entender. Si, ya sé que eso mismo me pasa a mi cada semana, pero mis soliloquios enloquecidos no pueden causar mal alguno a nadie, mientras que las decisiones, en el ámbito de la salud de los andaluces, de esta gente están ocasionando, como mínimo, desazón, irritación, inflamación de las mismas gónadas y una cierta sensación de que, a poco que el ángel de la guardia se nos despiste, las llevamos claras. Y encima, los imbéciles, o el imbécil, saca pecho y se cree que es, como dice mi padre, “Napoleón en la guerra”. Mucho peor que un tonto, es un tonto con poder, y si va de “sobrao” es para asustarse de veras.

 Naturalmente que la pandemia es un contratiempo con el que no se podía contar, pero la depauperación, la falta de medios humanos, económicos y materiales que se sufren en los centros de salud y ambulatorios andaluces no es, ni siquiera, fruto de la mala gestión del primo de Chiquito si no, me temo, que es la realización de las políticas de la derecha que nunca ha sido gran partidaria de la cosa pública, de dar servicio a la ciudadanía, si no de hacer caja. Y punto.

Afortunadamente la gente que está en primera línea de fuego, es decir las limpiadoras, médicos, celadores, enfermeras, auxiliares de clínica, es decir los que cada día salen a hacer lo que pueden con lo que tienen y las ordenes que reciben, están a la altura de las circunstancias en la mayoría de los casos. No es la primera vez que lo escribo, lo sé. Pero algunas cosas conviene repetirlas.
 Si es, creo, por contra, que es la primera vez que hago extensivo mi agradecimiento a otra de las columnas sobre las que se fundamenta el que uno esté más o menos bien de salud. Me refiero a las farmacias y, por supuesto al personal que las atiende, al que más de una vez he consultado dudas y siempre he recibido respuestas, no sólo acertadas, si no con exquisitez en el trato y con una sonrisa. Que hay gente a la cual se le nota la sonrisa, no sólo detrás de la mascarilla, sino incluso por teléfono. Afortunadamente para mí, que, dada mi edad, tengo más citas médicas que de las otras, la farmacia a la que acudo es de primera categoría, no solo por los dueños, que también, si no por el personal que en ella se desempeña. De modo que vaya mi agradecimiento a la Farmacia Gámiz, a Gabriel padre, a Gabriel hijo, a Ana, a Sonia y a Marisa, por cumplir con su trabajo no sólo con exquisita profesionalidad si no con el mejor trato y la mayor calidez humana. Y siempre con una sonrisa, que tengo para mí sayo, que también es terapéutica.

 Por supuesto, y dado que la historia de esa farmacia tiene más capítulos que la de “Farmacia de guardia,”, el número de empleadas que ha tenido anteriormente es lo suficientemente grande como pata que mi memoria, que ni es lo que era, ni nunca fue lo que fue, me permita acordarme de todos. He citado, por tanto, a la gente de ahora mismo.

Salud para todos y que Asclepio, Panacea, Hipócrates, Galeno y Avicena iluminen la mente, el corazón y el espíritu del actual consejero de Salud de la Junta de Andalucía, que buena falta le hace. Y a nosotros, mucho más, por supuesto.
Que así sea.