La primera cinta virgen que compré en mi vida la adquirí en un establecimiento de Alhama.
Tenía yo trece años y estaba de vacaciones, el establecimiento era la relojería de “Morenito”. Con quince años, y durante otras vacaciones, compraba litros de cerveza y otros productos en una tiendecita, ubicada detrás de la casa en la que vacacionaba que era la de mi tío abuelo, en la que estábamos de ocupas. Esa tiendecita, que hoy es el Coviran el “Melli”, continúa llenando mi despensa. Y si pasamos al sector ‘barítimo’, no creo que haya ningún bar en Alhama en el cual no me haya embriagado de alcohol, de risas, de amistad, de charlas, hasta que, amablemente, me han hecho saber que iban a cerrar.
Gran parte de los libros que me han curado de la peligrosa enfermedad de la ignorancia, o que, simplemente, me han acompañado en horas de soledad e incertidumbre, tienen para mi uno rostros y unas sonrisas determinadas, que son las de la propietaria de la Librería Ruiz y de sus empeladas.
De aquellas viejas, en el mejor sentido de la palabra, tiendas de ropa, y otras cosas que solían estar en la Placeta, sé decir, que aún tengo en mi armario alguna cazadora comprada en ellas. Y guardo como recuerdo imborrable al señor un tanto mayor, que me llamaba “mi amigo” y, en otras vacaciones me vendió una de mis primera navajas, Antonio Molina, padre y fundador de una familia de gente que aún continua en alguno de sus nietos proporcionándome lo que en ferretería preciso.
Gran parte de los libros que me han curado de la peligrosa enfermedad de la ignorancia, o que, simplemente, me han acompañado en horas de soledad e incertidumbre, tienen para mi uno rostros y unas sonrisas determinadas, que son las de la propietaria de la Librería Ruiz y de sus empeladas.
De aquellas viejas, en el mejor sentido de la palabra, tiendas de ropa, y otras cosas que solían estar en la Placeta, sé decir, que aún tengo en mi armario alguna cazadora comprada en ellas. Y guardo como recuerdo imborrable al señor un tanto mayor, que me llamaba “mi amigo” y, en otras vacaciones me vendió una de mis primera navajas, Antonio Molina, padre y fundador de una familia de gente que aún continua en alguno de sus nietos proporcionándome lo que en ferretería preciso.
En lo que atañe a los suministros con los que mantengo una razonable salud ni recuerdo los años en los que confió para ello en la Farmacia Gámiz y la Farmacia Fuentes, más en la primera que en la segunda, por cuestiones de proximidad.
No es de hoy, ni de ayer m mi relación con los comercios locales de Alhama, sino que se remonta a ese pasado, el de mi niñez que ya está envuelto en la bruma de los recuerdos lejanos. Pero que ahí continúan. Continúan los recuerdos, continúan las tiendas y sus propietarios o descendientes al cargo de las mismas, con la misma filosofía de atender de la mejor manera al cliente, ‘por ser “pa” ti’, porque te lo mereces y porque si no lo tengo miro en la trastienda, alusión que sólo entenderá la gente de mi edad o que la superen. Naturalmente el beneficio, pero también el hacer del cliente amigo, que, a lo que entiendo, es la forma de pensar de los comercios de Alhama y, he de suponer, de toda la Comarca de Alhama.
No necesito ninguna razón especial para abastecerme de lo que necesito y encuentro en mi pueblo, o bien cerquita en mi barrio de la Joya (que como todos los joyeros sabemos es el mejor barrio de Alhama, y como todos los placeteros saben es el peor de Alhama). Esto es una broma privada entre nosotros, por supuesto. Y no necesito más razones que las de la cercanía, la vecindad y el buen trato y buen hacer de toda la gente a la que compro el pan que me alimenta, que desde mi llegada a Alhama es de la Panadería Juan Raya, que suelo acompañar de platos tan contundentes como la olla jameña, variedad autóctona de los pucheros y cocidos de otras tierras. O, si viene al caso, de unas lonchitas de jamón de Salamanca, tierra de arte y sabiduría y clima sin igual. Y esa es una de las razones de que me considere español.
No necesito ninguna razón especial para abastecerme de lo que necesito y encuentro en mi pueblo, o bien cerquita en mi barrio de la Joya (que como todos los joyeros sabemos es el mejor barrio de Alhama, y como todos los placeteros saben es el peor de Alhama). Esto es una broma privada entre nosotros, por supuesto. Y no necesito más razones que las de la cercanía, la vecindad y el buen trato y buen hacer de toda la gente a la que compro el pan que me alimenta, que desde mi llegada a Alhama es de la Panadería Juan Raya, que suelo acompañar de platos tan contundentes como la olla jameña, variedad autóctona de los pucheros y cocidos de otras tierras. O, si viene al caso, de unas lonchitas de jamón de Salamanca, tierra de arte y sabiduría y clima sin igual. Y esa es una de las razones de que me considere español.
Son años educando en mis gustos a la gente que me atiende, años en los que la gente que me atiende me educa en aceptar sus consejos, precisamente porque saben lo que quiero. Voy a ir yo a una gran superficie a decir, “póngame el jamón york que le gusta a mi madre”. Cosa que puedo hacer perfectamente en la sección de chacinería del Melli.
Necesito a los autónomos, a los pequeños empresarios de mi tierra, a los que están cerca de mí y conocen y entienden mis gustos, preferencias y necesidades. Tanto como ellos me necesitan a mi para abrir cada día. Es una relación simbiótica en la que cada uno se beneficia de la acción del otro.
Por tanto, para los productos de primera necesidad que están aquí cerquita, claro que no voy a ir a una gran superficie de Granada. Y mucho menos hasta que entienda que las condiciones de salud pública garantizan que pueda salir cómodamente. Independientemente de lo que digan las autoridades, centrales, autonómicas o locales, yo me quedo en mi casa hasta que vea a una paloma con una ramita de olivo en la boca, ¿o eso es para diluvios y no para pandemias?
Y compro en Alhama.