Una vez más, por otra parte, porque es justo y necesario.
He dedicado al menos una mirada a los emprendedores, concretamente la correspondiente al 1 de julio de 2011 y, también hemos informado de gente emprendedora, y empresas de Alhama, siempre que se ha presentado la oportunidad para hacerlo. No soy en absoluto un acérrimo enemigo de la iniciativa privada. Simplemente, hay cuestiones en las que estimo que lo público es preferible y otras en las que defiendo lo privado por creer que en ese ámbito en concreto la iniciativa pública no puede, ni tal vez debe, obtener primacía.
Ávido lector como soy, bendigo la existencia de gente que tiene como profesión privada contar cosas. Historias, ensayos, imaginación, fantasía o la más cruda realidad. No imagino a un escritor que merezca tal nombre a sueldo de una empresa, por mucho que sepa que hay autores que he leído en mi niñez que estaban a sueldo de la editorial Bruguera, prácticamente. Pero no suele ser lo usual y el que escribe pretende contar lo que le pide el cuerpo y, de paso, vivir lo mejor posible de su pluma, lo cual es perfectamente legítimo. Hay escritores, editoriales, distribuidoras y librerías en las cuales puedo obtener fácilmente libros con los cuales instruirme o, simplemente pasar unos días entretenido y sumergido en mundos totalmente ajenos a mi realidad y entre gentes a las que nunca presentaría a mi madre.
Igualmente me satisface disponer de medios de comunicación privados en los cuales poder encontrar una aproximación a la realidad de lo que pasa ahí fuera. Haciendo la media aritmética entre el infierno que nos tienen prometido unos y el Paraíso que otros nos ofrecen, perfectamente podemos estar en el purgatorio que ha sido siempre, o casi siempre, España y en cual no se está tan mal, por otra parte. Me temo que esta frase difícilmente puede tener otra lectura que la política, pero es la última, lo prometo.
El arte, por supuesto también debe ser libérrimo y privadísimo. Una cosa es que desde las distintas administraciones se apoyen las iniciativas en este sentido y otra muy distinta sería la creación de un Cuerpo de Creadores y Artistas del Estado, que cada día acudiesen a su puesto de trabajo a crear, la misma palabra lo dice, creaciones a mayor gloria de ese estado y del gobierno que en ese momento pagase las nóminas de los funcionarios encargados de escribir, pintar, esculpir, componer, filmar y toda suerte de actividades culturales. Si me paro a pensarlo durante unos minutos me asalta una como desazón angustiosa, casi como la que me produjo la lectura de las obras de Kafka que he sido osado de leer.
Estando las cosas así me huelgo mucho en pertenecer a la nómina, lista de nombres en este caso, que no de haberes, de Alhama Comunicación, empresa privada en la cual se nos ve el plumero, y si no lo enseñamos las veces que haga falta, pero en la cual son caudales privados los que la sostienen.
De nuestro trabajo o nuestras pensiones pagamos nuestro pan, como dijo el poeta, cita que para no ser descortés no voy a terminar. También estoy orgulloso de que a pesar de ser privados ofrecemos un servicio público que ahí está para que cada cual lo juzgue.
Concluyo afirmando que no sería del todo malo que las compañías de suministros esenciales, como la electricidad, privadas todas ellas, tuviesen en cuenta que toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general según establece nuestra Constitución y entendiesen que es de mucho interés y muy general que las personas que andan bajo el umbral de la pobreza en invierno o comen o se calientan, tampoco es que coma mucho. Que esto no es política sino economía. Que a ver si los constitucionalistas a ultranza aprovechan sus cargos en empresas energéticas para intentar cumplir la constitución a la que tanto aman. Me hacen un cuento de Navidad y bajan indefinidamente sus beneficios, ustedes ganan un poco menos y sus votantes, un poco más. Ni nosotros vamos a salir de pobres, ni ustedes de ricos, muy ricos.
Ávido lector como soy, bendigo la existencia de gente que tiene como profesión privada contar cosas. Historias, ensayos, imaginación, fantasía o la más cruda realidad. No imagino a un escritor que merezca tal nombre a sueldo de una empresa, por mucho que sepa que hay autores que he leído en mi niñez que estaban a sueldo de la editorial Bruguera, prácticamente. Pero no suele ser lo usual y el que escribe pretende contar lo que le pide el cuerpo y, de paso, vivir lo mejor posible de su pluma, lo cual es perfectamente legítimo. Hay escritores, editoriales, distribuidoras y librerías en las cuales puedo obtener fácilmente libros con los cuales instruirme o, simplemente pasar unos días entretenido y sumergido en mundos totalmente ajenos a mi realidad y entre gentes a las que nunca presentaría a mi madre.
Igualmente me satisface disponer de medios de comunicación privados en los cuales poder encontrar una aproximación a la realidad de lo que pasa ahí fuera. Haciendo la media aritmética entre el infierno que nos tienen prometido unos y el Paraíso que otros nos ofrecen, perfectamente podemos estar en el purgatorio que ha sido siempre, o casi siempre, España y en cual no se está tan mal, por otra parte. Me temo que esta frase difícilmente puede tener otra lectura que la política, pero es la última, lo prometo.
El arte, por supuesto también debe ser libérrimo y privadísimo. Una cosa es que desde las distintas administraciones se apoyen las iniciativas en este sentido y otra muy distinta sería la creación de un Cuerpo de Creadores y Artistas del Estado, que cada día acudiesen a su puesto de trabajo a crear, la misma palabra lo dice, creaciones a mayor gloria de ese estado y del gobierno que en ese momento pagase las nóminas de los funcionarios encargados de escribir, pintar, esculpir, componer, filmar y toda suerte de actividades culturales. Si me paro a pensarlo durante unos minutos me asalta una como desazón angustiosa, casi como la que me produjo la lectura de las obras de Kafka que he sido osado de leer.
Estando las cosas así me huelgo mucho en pertenecer a la nómina, lista de nombres en este caso, que no de haberes, de Alhama Comunicación, empresa privada en la cual se nos ve el plumero, y si no lo enseñamos las veces que haga falta, pero en la cual son caudales privados los que la sostienen.
De nuestro trabajo o nuestras pensiones pagamos nuestro pan, como dijo el poeta, cita que para no ser descortés no voy a terminar. También estoy orgulloso de que a pesar de ser privados ofrecemos un servicio público que ahí está para que cada cual lo juzgue.
Concluyo afirmando que no sería del todo malo que las compañías de suministros esenciales, como la electricidad, privadas todas ellas, tuviesen en cuenta que toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general según establece nuestra Constitución y entendiesen que es de mucho interés y muy general que las personas que andan bajo el umbral de la pobreza en invierno o comen o se calientan, tampoco es que coma mucho. Que esto no es política sino economía. Que a ver si los constitucionalistas a ultranza aprovechan sus cargos en empresas energéticas para intentar cumplir la constitución a la que tanto aman. Me hacen un cuento de Navidad y bajan indefinidamente sus beneficios, ustedes ganan un poco menos y sus votantes, un poco más. Ni nosotros vamos a salir de pobres, ni ustedes de ricos, muy ricos.