¿Optimizar recursos?



Cerrar plantas de hospital, no contratar personal para sustituciones, y otras cosillas del mismo jaez.

 A eso llaman las lumbreras que gestionan la sanidad andaluza optimización de recursos. Y no les falta razón. Todo ello seguramente debe ir encaminado a ahorrar un dinero que no es de ellos, que es tuyo y mío y de ese y de aquel. No es cierto que el dinero público no sea de nadie. Es de todos cuantos pagamos impuestos, que, por cierto, somo todos los que consumimos algo alguna vez.

 Lo del ahorro en dinero público no lo veo mal, salvo que el ahorro suponga sufrimiento privado, ningún sufrimiento es público, puede ser colectivo, pero el dolor, la angustia del propio enfermo y de sus cuidadores son estrictamente privados. Cuidador y no acompañante, me encanta esa palabra que los profesionales del PTS aplican a quienes comparten zozobra, angustia y dolor con sus familiares ingresados. Si tienen la suerte de estar ingresados en planta y no la mala suerte de ocupar pasillos a la espera, no se sabe muy bien de qué.

 Está bien optimizar recursos, emplear las viejas máquinas que miden el nivel de Simtrom en sangre, por ejemplo, hacerlas durar, eso no me parece mal. Lo que sí me parece mal, evidentemente, es vanagloriarte, no es la primera vez que lo escribo, ni, me temo, va a ser la última, de montar toda la estructura de la gestión de la sanidad andaluza en una tarde con tus amigos. Sobre todo, si el resultado final de esa celeridad es la desaceleración de la calidad de la asistencia sanitaria, las listas de espera que desesperan, el cierre de plantas de hospital, los ceses de gestores que han demostrado su inutilidad, para nombrarlos, seguidamente, en puestos en los que pueden seguir haciendo daño. Y aquí el “haciendo daño” me temo que no metafórico, es literal.

 No voy a pedir responsabilidades, ni dimisiones porque no van a servir para nada, tampoco voy a llamar a la rebelión a los pacientes. Ni siquiera voy a alentar a los profesionales de la sanidad a reclamar, porque eso ya lo están haciendo ellos, allí donde hace falta, llegando incluso a denunciar algunas situaciones a la fiscalía (ver aquí).

 No intentaré cargar toda la culpa en los nuevos gestores, alguna habrá también en los antiguos. Pero los gestores de antes, ya han pagado en las urnas sus desidias. Y a estos de ahora les queda mucha gestión por delante para poder seguir “optimizando recursos” públicos para incrementar el sufrimiento privado, repito. Tal vez lo que andan buscando es llevar a la cosa pública al caos total para poder decir, lo que es el discurso habitual de la derecha liberal, de la derecha conservadora y de la nueva extrema derecha: Que el sector público es ineficiente y derrochador si se compara con la empresa privada, que es la que funciona.

 No soy, en absoluto, enemigo de la empresa, del emprendimiento y la iniciativa privadas; mal podría serlo quien escribe en una empresa privada. Lo que si reclamo es que ni la educación ni la sanidad puedan ser opciones. No hay elección posible entre educar a nuestros hijos y educarnos o no hacerlo, como tampoco existe la opción de estar sano o no estarlo. Son derechos esenciales e irrenunciables que deben ser satisfechos por los poderes públicos para aquellos para los cuales su nivel de ingresos o de búsqueda de la excelencia no les permita acceder a las privadas. Estoy absolutamente convencido de que el nivel de excelencia de la sanidad y la educación pública es igual o superior al de las privadas. Absolutamente convencido.

 Y esto es así a pesar de los pesares, de las gestiones sanitarias pésimas, de los planes de estudios equivocados. A pesar de todo estoy convencido de que la entrega, el esfuerzo, hasta mucho más de donde obliga el deber, del personal sanitario de Andalucía, y de toda España es la única garantía que tenemos, la única esperanza que podemos albergar de que, si los necesitamos, los vamos a tener ahí. Podamos o no podamos pagarlo, quiero decir tengamos o no la posibilidad de afrontar los costes. Pagarle al personal sanitario, a todo el personal sanitario como merecerían, no está al alcance de casi nadie. Es mucho lo que les debemos.