Hoy parece un buen día para hablar de la constitución.
Lo que pasa es que no me lo pide el cuerpo y yo soy muy remiso a escribir en contra de mi cuerpo y mis ideas; además ya hay muchos constitucionalistas, de rancio abolengo, por añadidura, comentando lo desafortunado que es que se den granadas a adolescentes para jugar, según Alfonso Guerra, vieja gloria del socialismo español al que respeto y admiro. Pero al que no debo ni obediencia ni lealtad. Como tampoco las debo a esa otra vieja gloria que hacía tándem con el aludido, al que ya hace tiempo que dejé de respetar: el mismo día que afirmó que “El chile de Pinochet respetaba mucho más los derechos humanos que el paraíso de Maduro”. Que se puede estar en contra de Maduro y a favor del Chile de Pinochet, por supuesto. Pero ya digo, que dejé de respetarlo ese día.
Hay muchos constitucionalistas a los que les parece muy mal que Pedro Sánchez hable con los que de toda la vida han hablado los aspirantes a la Moncloa, los independentistas de toda suerte. Entonces no había populistas de izquierdas, y los de derechas estaban tan ‘agustico’ en el Partido Popular y por eso no había que pactar con ellos.
A ver si nos queda claro, que lamento tener que repetirme, que eso es lo que ha elegido en las urnas el pueblo español que, según esa constitución a la que tanto quieren, es soberano, que es, según lo define la RAE “Que ejerce o posee la autoridad suprema e independiente”. Es decir que la decisión del pueblo expresada en las urnas, es la que legítima lo que salga de los pactos, del mismo modo que legítima al gobierno de las dos derechas y media en Andalucía. Todos los demás podemos opinar, para eso nos autoriza la constitución. Yo puedo opinar acerca de las políticas de sanidad andaluzas en manos de gente que, a tenor de los resultados, ha alcanzado, hace tiempo, su máximo nivel de incompetencia; igualmente puedo opinar que me parece repugnante que quien gestiona la educación andaluza, sea, a la vez propietario de institutos privados. Puedo hacerlo por que hablo de realidades fácilmente comprobables con sólo darle un vistazo a la prensa diaria. Quienes desde la derecha, el centro y la izquierda descalifican un gobierno que ni siquiera se ha constituido, lo que hacen es añadir fuego a la fogata en la que se cuece la olla de la profecía autocumplida, que ya está haciendo que a empleadas de hogar de periodistas y porteros de fincas les escandalicen los impuestos que van a pagar cuando gobiernen populistas y comunistas (ver aquí). Con todo mi respeto para empleadas de hogar y porteros de finca, cuyos sueldos creo muy por debajo del nivel tributable.
Pero así es como se cocinan las profecías autocumplidas: mediante noticias falsas, tergiversaciones y descalificaciones a lo que ni siquiera existe. Algo en lo que la participación activa de cierta prensa y sus aliados es fundamental para crear un estado de opinión que haga fracasar un proyecto, que no es, posiblemente el que más se identifica con mi forma de sentir y pensar la Política. Pero que a la vista de lo que hay del otro lado y el escaso respeto a los aspectos más incómodos de la constitución (derechos esenciales que parecen ser limosnas que nos otorgan) que los “otros” tienen, me quedo contigo, Pedro, me quedo contigo. Quien me lo iba a decir a mí.
Mantener la testa coronada y la unidad de la patria es muy fácil, para eso están la fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, los tribunales y las leyes. Lo complicado es garantizar los otros aspectos que la Constitución, ahora si la escribo con mayúscula, contempla y a la que ni la derecha tricéfala ni algunos de entre los que militan en el partido que tiene el cometido de intentar formar gobierno parecen interesarles lo más mínimo.
Debo reconocerles a las “vacas sagradas” del socialismo español, la lealtad a los principios, a sus principios. Ellos saben cuáles son.