Notará el avisado lector el tono irónico del titular elegido para esta mirada.
Los ases en cuestión son, sin que el orden elegido implique nada, Pedro, Pablo, Pablo y Santiago, ases a los que cabe añadir ese comodín que es Albert, capaz de combinar con lo que convenga según vengan dadas las cartas repartidas.
Hace ya muchos años que dejé de perder al póquer de dados, único vicio lúdico al que me entregué en la juventud y en el cual el importe de lo perdido no iba más allá del coste de una cerveza y poco más. Pero creo recordar que el póquer de ases era el ganador, a no ser que lo fuese el de reyes y mis tendencias republicanas me hayan traicionado. Sea, como sea lo que sí es cierto es que tras el inicio de la campaña los ases de la política española que se disputan las llaves de la Moncloa son los que son, lo que a mí particularmente me provoca una acusada sensación de tristeza, melancolía y desazón dado el nivel de los aspirantes. Porque lo cierto es que alguno de ellos ha de ocupar el puesto de presidente de gobierno y, tal vez esto sea lo peor, seguramente para hacerlo tendrá que contar con el apoyo de alguno o algunos de los otros.
No soy persona particularmente nostálgica, pero algunos días incluso añoro a don Manuel Fraga Iribarne si lo comparo con Pablo Casado, que, tras anunciar la bajada del salario mínimo, tuvo que rectificar de inmediato, que es lo que suele pasar cuando se dice lo primero que te pasa por la cabeza sin reflexionar mucho. Echo de menos a Don Manuel, por la derecha y, por la izquierda, menos a Julio Anguita que no ha acabado de irse del todo, los echo de menos a todos. Muy especialmente por la izquierda sindical a Marcelino Camacho, de cuando uno decía “Comisiones” y poco más había que añadir para que el oyente entendiera.
No sé si los ases de la actual política española están a la altura de las circunstancias o tal vez en la bajura de las oportunidades de pillar lo que venga. Que no es lo mismo. Las circunstancias, que pueden ser adversas o propicias imponen enfrentarse a ellas, luchar, si es preciso para sobreponerse y, casi siempre dan la posibilidad de aprender, evolucionar y crecer. Las oportunidades son ocasiones propicias para obtener algo y poco más. Y ese poco más es lo que creo que tienen que ofrecer los ases y el comodín a un pueblo español que anda descreído de todo, pero que se lo cree todo, especialmente si viene a confirmar sus prejuicios. Poco tienen que ofrecer para resolver los problemas, porque lo primero y principal sería llegar a algún tipo de acuerdo de mínimos de cuáles son esos problemas y, a partir de ahí intentar sumar, no para ocupar sillones si no para hacer algo útil y positivo, a ser posible durante toda una legislatura y sin tener que cambalachear con unos y otros.
No veo en ninguno de los contendientes ni la personalidad suficiente, ni el conocimiento profundo de España, de su historia, sus circunstancias, ni ideas capaces de conseguir transformar la realidad del día a día de los españoles, de todos los españoles y no únicamente de una parte de ellos, sea la que sea. Ni acabar con las corridas va a aumentar el bienestar de los españoles, ni potenciar las corridas lo va a hacer tampoco; los españoles no queremos armas en casa, ni que nos bajen el salario mínimo y luego nos lo vuelvan a subir. Ni que se gobierne a golpe de decretos sociales con un claro carácter electoralista, si bien entiendo que al parado de 52 años que le quitan la escalera y lo dejan colgado de la brocha, que le den una cuerda a la que aferrarse le parece mucho mejor que la caída libre y a plomo.
Poco y malo es lo que hay para elegir, pero a pesar de todo creo que es ineludible acudir a votar, al menos malo de los ases en cuestión. De quién pienso que pueda ser, hablaremos en otra mirada.
Hace ya muchos años que dejé de perder al póquer de dados, único vicio lúdico al que me entregué en la juventud y en el cual el importe de lo perdido no iba más allá del coste de una cerveza y poco más. Pero creo recordar que el póquer de ases era el ganador, a no ser que lo fuese el de reyes y mis tendencias republicanas me hayan traicionado. Sea, como sea lo que sí es cierto es que tras el inicio de la campaña los ases de la política española que se disputan las llaves de la Moncloa son los que son, lo que a mí particularmente me provoca una acusada sensación de tristeza, melancolía y desazón dado el nivel de los aspirantes. Porque lo cierto es que alguno de ellos ha de ocupar el puesto de presidente de gobierno y, tal vez esto sea lo peor, seguramente para hacerlo tendrá que contar con el apoyo de alguno o algunos de los otros.
No soy persona particularmente nostálgica, pero algunos días incluso añoro a don Manuel Fraga Iribarne si lo comparo con Pablo Casado, que, tras anunciar la bajada del salario mínimo, tuvo que rectificar de inmediato, que es lo que suele pasar cuando se dice lo primero que te pasa por la cabeza sin reflexionar mucho. Echo de menos a Don Manuel, por la derecha y, por la izquierda, menos a Julio Anguita que no ha acabado de irse del todo, los echo de menos a todos. Muy especialmente por la izquierda sindical a Marcelino Camacho, de cuando uno decía “Comisiones” y poco más había que añadir para que el oyente entendiera.
No sé si los ases de la actual política española están a la altura de las circunstancias o tal vez en la bajura de las oportunidades de pillar lo que venga. Que no es lo mismo. Las circunstancias, que pueden ser adversas o propicias imponen enfrentarse a ellas, luchar, si es preciso para sobreponerse y, casi siempre dan la posibilidad de aprender, evolucionar y crecer. Las oportunidades son ocasiones propicias para obtener algo y poco más. Y ese poco más es lo que creo que tienen que ofrecer los ases y el comodín a un pueblo español que anda descreído de todo, pero que se lo cree todo, especialmente si viene a confirmar sus prejuicios. Poco tienen que ofrecer para resolver los problemas, porque lo primero y principal sería llegar a algún tipo de acuerdo de mínimos de cuáles son esos problemas y, a partir de ahí intentar sumar, no para ocupar sillones si no para hacer algo útil y positivo, a ser posible durante toda una legislatura y sin tener que cambalachear con unos y otros.
No veo en ninguno de los contendientes ni la personalidad suficiente, ni el conocimiento profundo de España, de su historia, sus circunstancias, ni ideas capaces de conseguir transformar la realidad del día a día de los españoles, de todos los españoles y no únicamente de una parte de ellos, sea la que sea. Ni acabar con las corridas va a aumentar el bienestar de los españoles, ni potenciar las corridas lo va a hacer tampoco; los españoles no queremos armas en casa, ni que nos bajen el salario mínimo y luego nos lo vuelvan a subir. Ni que se gobierne a golpe de decretos sociales con un claro carácter electoralista, si bien entiendo que al parado de 52 años que le quitan la escalera y lo dejan colgado de la brocha, que le den una cuerda a la que aferrarse le parece mucho mejor que la caída libre y a plomo.
Poco y malo es lo que hay para elegir, pero a pesar de todo creo que es ineludible acudir a votar, al menos malo de los ases en cuestión. De quién pienso que pueda ser, hablaremos en otra mirada.