Desde la quietud de mi jardín zen



Metafórico e imaginado jardín, por supuesto.


 Dado que carezco de finca rústica alguna o chalé, adosado o patio en el que poder instalar el apetecido jardín donde recuperar la calma que la lectura de la prensa me quita. Y es que no le hago caso a mi médico de cabecera (creo que ahora es de atención primaria) que me tiene dicho, entre otras cosas, claro, que olvide la política y los políticos si quiero vivir tranquilo.

 Naturalmente que quiero vivir tranquilo y consagrar mis miradas al arte del buen vivir, a glosar las innumerables bondades de mi pueblo, sus atractivos turísticos y sus gentes. Claro que quiero dedicarme a escribir versos, especialmente versos alegres y vitalistas, por supuesto que deseo escribir una novela, todo junta letras y letraherido no desea otra cosa que dejar como legado la mejor de las novelas, el más hermoso libro de poemas, algo por lo que ser recordado…

 Pero para ello debería vivir en un mundo sin Pedros, Pablos, Torras, Riveras, Casados y toda suerte de sobresaltadores y ladrones de la tranquilidad, para ello el presidente del gobierno central no debería usar ibuprofeno para problemas graves, la metáfora, ya les supongo enterados, es de uno de sus ministros, Borrell, para ello el Honorable no debería poner como ejemplo vías que se transitan AK47 en mano, y es que los tiros de ese fusil de asalto tienen la desventaja de que matan mucho, por mucho, valga la redundancia, que al supuesto Honorable le parezcan pocos muertos. Que ya lo dice el Corán, que quien mata a un hombre mata a toda la humanidad. Esta última frase es para amortizar el precio del libro sagrado de los musulmanes y su lectura, pero no es indispensable para la comprensión de esta mirada, en el caso de que esta, o alguna, sea comprensible. Para ello, prosigo con el hilo del discurso, debería habitar otra patria distinta de esta España siempre cainita, dispuesta al insulto, la descalificación y el navajazo (somos más de navaja que de puñal) y poco dada a felicitar a los adversarios políticos por la victoria conseguida. Dos de mis amigos y conocidos ya han recibido mi felicitación personal y la iré ampliando según los vaya viendo. Lo cual no implica en absoluto que deba dejar de escribir en mis miradas aquello que necesite escribir, que casi siempre es dejar constancia de mi rechazo a las políticas que supongan un agravio para la clase trabajadora, a la que pertenezco, y a los políticos y políticas cuyas actuaciones, dichos, o inactuaciones me hagan suponer que están arando fuera de surco, que viene a significar mear fuera del tiesto, pero es frase más pegada a la tierra de la que vengo y a mis orígenes de hijo de niño yuntero o casi niño gañán, que viene a ser lo mismo. Quien are fuera de surco, ya desde la derecha o la izquierda, tendrá en mi quien mire atentamente y lo diga, como siempre he creído hacer a lo largo de estas miradas. No miento si digo que he de mirar más para la derecha que para la izquierda, siempre se ha dicho en mi pueblo que “el que, de putas enferma, tarde sana”, frase que afirma que el que se arraiga en un vicio profundo, y el mío es decir lo que quiero, sana tarde o mal o, directamente, no sana.

 Desde mi jardín zen he encontrado la calma suficiente para casi terminar esta mirada sin soltar sapos y culebras y sin insultar a nadie, que es lo que me pedía el cuerpo. No por la victoria de la derecha, si no por la manifiesta estulticia de algunos de la izquierda que con sus actuaciones están llevando a la ciudadanía a profundos estados de ira, frustración y desgana.

 Acabo de escribir con sus actuaciones, pero más bien debería decir con sus inactuaciones, con su mucho decir y su muy poco, o nada hacer que se pueda concretar en algo que aporte mejora alguna a la situación que dejó Don Mariano. Con su ley, la del expresidente un juez ha podido despojar a periodistas de sus ordenadores y sus móviles, amparándose en una filtración indebida. Y yo, sin mi móvil y mi libreta, no. Hasta ahí podíamos llegar.