Me equivocaría otra vez



El domingo pasado fui uno de los que se equivocaron votando por la opción que según las encuestas era ganadora.

 Pero, de repetirse las elecciones, volvería dar mi confianza a los socialistas andaluces, los granadinos en mi caso, simplemente porque creo en todo lo que un gobierno socialista real ha traído a mi comunidad en treinta y seis años. Llevo casi ocho años contando cuales son en mis miradas. Lógicamente entiendo que haya gente harta de gobiernos socialistas por sentirse perjudicados por sus políticas, por sus aciertos o por sus errores o, por sus retiradas estratégicas en temas sensibles de sanidad e impuestos; precisamente por eso me extraña que los dos aspirantes a San Telmo y sus papás, concluido el recuento, afirmaran que se había votado por el cambio. Ninguno de los dos, pese a la ayuda de sus papás (Casado, Ribera, Arrimadas) consiguió ganar con la holgura suficiente como para gobernar solo y se ven abocados a lidiar entre ellos, a que sus papás lidien entre ellos y a depender también de lo que Vox y sus propuestas, bastante irrealizables en la práctica, quieran.

 Susana, en cambio, sin contar con la ayuda de su hermano menor, ese que dice gobernar en España, sino más bien todo lo contrario ha ganado las elecciones pese a que no cuente con la mayoría de izquierdas suficiente. Lo diré claramente: Si todos los votantes socialistas hubiesen votado a su candidatura provincial, el fenómeno de Vox sería una anécdota. La abstención, el voto nulo aconsejado por no sé quién, pero lo sospecho, consistente en votar socialista tachando el nombre de primero de la lista “para votar socialista, pero sin Susana” y el bofetón a la alianza de Pedro, Pablo y los independentistas, dado en la cara de Susana a través de Vox, todos esos factores, creo que son los que han configurado el actual parlamento andaluz.

 Me niego a creer que mi tierra se acostase progresista y se levantase con el fascismo subido y quiero creer que quienes han votado a un partido político que propone devolver al Estado las competencias en educación y sanidad y devaluar el estatuto de autonomía, lo han hecho como resultado de un calentón, como voto de castigo a los socialistas, pero que en modo alguno comulgan con esas ideas. Con esa esperanza vivo, y escribo desde el convencimiento de que pase lo que pase, dada la poquedad de mis necesidades, que se pagan perfectamente en lo que no están ya pagadas con la miseria de mi pensión, puedo afrontar los años venideros sin excesivo miedo a sufrir un serio recorte de mi nivel de vida.

 No voto, pues pensando en “que hay de lo mío,” ni aspirando a puesto alguno, ni de trabajo ni político, sino que lo hago pensando en el bien de la casi totalidad de mis paisanos. Y es, por eso mismo, que sí que me preocupa esa entrada exitosa de un partido que lo que pretende es acabar con el sistema de bienestar que tantos trabajos, esfuerzos y luchas nos está costando a los andaluces.

 De la educación pública me preocupan los niños de mis amigos, y de la sanidad pública confió plenamente en los profesionales al cargo de mi salud por que los conozco lo suficiente para saber que cumplirán, como lo vienen haciendo hasta ahora con su trabajo, que para ellos es un deber y una vocación, como lo vienen haciendo hasta ahora, vengan las ordenes de Granada, de Sevilla o de Madrid.

 Me preocupa mi tierra y me preocupan mis paisanos y espero equivocarme en esa preocupación, llegado el caso, lo reconocería con mucho gusto.

 Y mientras tanto me equivocaría otra vez. Pero como no deseo el gasto que unas nuevas elecciones supondrían les pido a los dos aspirantes (y a sus papás) que se pongan de acuerdo. Si de algo vale mi opinión el más votado, después de Susana, es el que menos me gusta, pero el que en justicia debería mudarse a San Telmo.