Creo que existe un límite del ruido digital al que una persona se puede exponer, sobrepasado el cual, resulta peligroso.
Y mucho más en este tiempo de campaña electoral en el cual la abundancia de descalificaciones, insultos, exageraciones, exabruptos y majaderías de los contendientes, sólo se ve sobrepasada por las de sus seguidores digitales, muy especialmente por los elaboradores y transmisores de bulos, noticias falsas, rumores interesados y todo lo que desde que el hombre pelea por defender lo que cree suyo, y sólo tiene en préstamo, me temo, se ha dado en llamar “guerra psicológica”.
Temiendo que tal estado de cosa viniese a deteriorar mi calma, sosiego y paz interior, que son bienes inmateriales que creo imprescindibles, hace unos días decidí desconectarme digitalmente y dar a móvil y ordenador un reposo, que creo que también ellos necesitan y agradecerán. No es, pues, por falta de ideas, temas y asuntos que este viernes, o el día que usted, amigo lector tenga a bien leer la mirada, está sea un tanto atípica. Ideas hay, porque antes de este retiro digital había estado expuesto a la información, tal vez en exceso y me llegaron esa idea de algunas párrocos de incorporarse al mundo digital aceptando tarjetas para el pago de limosnas y otros óbolos elegidos, a la Iglesia. No es mal tema para reflexionar sobre la modernización de la Iglesia y, sobre todo, sobre los alcances que esta debería tener. Quedarse en el datáfono (creo que así se llama el aparatillo que se usa para el pago con tarjeta), es quedarse muy corto. Como miembro de esa Asamblea (al bautizarme, el cura que me bautizó, que no recuerdo cual era, y mis tíos Angustias y Juan, como padrinos me incorporaron a ella) me siento con derecho a opinar que debe alcanzar a todos sus miembros su consuelo espiritual, al margen de sus opciones políticas u opción sexual y no descalificar a los homosexuales como “hombres incompletos”, por ejemplo.
También podría ser asunto el modo cansino con el cual las derechas variadas pero únicas insultan a los niños andaluces, a los jóvenes andaluces y a Andalucía en general; pero como este asunto ya ha sido mirado en otras miradas, temo incurrir en el mismo cansinismo, neologismo no incorporado a la RAE, pero sí a la red, en el que ellos incurren.
Quede pues, esta mirada como consejo para quienes, sufriendo un cierto hartazgo, de seudoinformación y opinión no basada en datos fiables si no en manipulaciones groseras de la realidad (una celebración de musulmanes de Valencia celebrando el natalicio de Mahoma, se convierte en una manifestación exigiendo casas, pagas y toda suerte de derechos, por ejemplo) necesiten un tiempo de aislamiento y desconexión tecnológica o, si se quiere, de retiro espiritual, da igual como se llame.
A veces el silencio, ya creo haberlo dicho, es absolutamente necesario, sobre todo para reflexionar a quien se va a votar. Yo propongo, no un día, si no una semana entera de reflexión, que es más o menos el tiempo de desconexión digital que me he tomado.
Creo, en efecto que las largas campañas a las que estamos acostumbrados son perjudiciales para los propios partidos políticos, dado que la sociedad sufre un cierto hartazgo de propuestas y combate político, casi siempre al margen de las necesidades concretas y reales de la sociedad en la que vivimos.
De cualquier forma, estoy casi seguro de que la gente tiene clara su opción de voto y que los indecisos van a optar por una u otra opción por razones ajenas a la propia política, o tal vez nada alejadas, como el trato que le han dado en su última visita a un centro médico, la disponibilidad que tiene para viajar fuera de nuestra comunidad en el medio de su preferencia o lo bien o mal que su maestro o maestra le caiga a sus niños. Razones absolutamente válidas, por otra parte.
Temiendo que tal estado de cosa viniese a deteriorar mi calma, sosiego y paz interior, que son bienes inmateriales que creo imprescindibles, hace unos días decidí desconectarme digitalmente y dar a móvil y ordenador un reposo, que creo que también ellos necesitan y agradecerán. No es, pues, por falta de ideas, temas y asuntos que este viernes, o el día que usted, amigo lector tenga a bien leer la mirada, está sea un tanto atípica. Ideas hay, porque antes de este retiro digital había estado expuesto a la información, tal vez en exceso y me llegaron esa idea de algunas párrocos de incorporarse al mundo digital aceptando tarjetas para el pago de limosnas y otros óbolos elegidos, a la Iglesia. No es mal tema para reflexionar sobre la modernización de la Iglesia y, sobre todo, sobre los alcances que esta debería tener. Quedarse en el datáfono (creo que así se llama el aparatillo que se usa para el pago con tarjeta), es quedarse muy corto. Como miembro de esa Asamblea (al bautizarme, el cura que me bautizó, que no recuerdo cual era, y mis tíos Angustias y Juan, como padrinos me incorporaron a ella) me siento con derecho a opinar que debe alcanzar a todos sus miembros su consuelo espiritual, al margen de sus opciones políticas u opción sexual y no descalificar a los homosexuales como “hombres incompletos”, por ejemplo.
También podría ser asunto el modo cansino con el cual las derechas variadas pero únicas insultan a los niños andaluces, a los jóvenes andaluces y a Andalucía en general; pero como este asunto ya ha sido mirado en otras miradas, temo incurrir en el mismo cansinismo, neologismo no incorporado a la RAE, pero sí a la red, en el que ellos incurren.
Quede pues, esta mirada como consejo para quienes, sufriendo un cierto hartazgo, de seudoinformación y opinión no basada en datos fiables si no en manipulaciones groseras de la realidad (una celebración de musulmanes de Valencia celebrando el natalicio de Mahoma, se convierte en una manifestación exigiendo casas, pagas y toda suerte de derechos, por ejemplo) necesiten un tiempo de aislamiento y desconexión tecnológica o, si se quiere, de retiro espiritual, da igual como se llame.
A veces el silencio, ya creo haberlo dicho, es absolutamente necesario, sobre todo para reflexionar a quien se va a votar. Yo propongo, no un día, si no una semana entera de reflexión, que es más o menos el tiempo de desconexión digital que me he tomado.
Creo, en efecto que las largas campañas a las que estamos acostumbrados son perjudiciales para los propios partidos políticos, dado que la sociedad sufre un cierto hartazgo de propuestas y combate político, casi siempre al margen de las necesidades concretas y reales de la sociedad en la que vivimos.
De cualquier forma, estoy casi seguro de que la gente tiene clara su opción de voto y que los indecisos van a optar por una u otra opción por razones ajenas a la propia política, o tal vez nada alejadas, como el trato que le han dado en su última visita a un centro médico, la disponibilidad que tiene para viajar fuera de nuestra comunidad en el medio de su preferencia o lo bien o mal que su maestro o maestra le caiga a sus niños. Razones absolutamente válidas, por otra parte.