¿Adiós a las armas?



Lo que no se puede es vender armas a una teocracia absolutamente impresentable, con el argumento de que no causan daños colaterales porque son de una precisión absoluta.

-  “Usted presume de ser un cínico, pero es un sentimental, luchó contra los italianos en Etiopía y vendió armas a la República Española”.

- “Si, y en los dos casos me pagaron muy bien”.

- “Mejor le habrían pagado los vencedores...”

 Este diálogo ente el capitán Renault y Rick en Casablanca es uno de mis preferidos, no estoy seguro de la literalidad, cito de memoria, pero sí de que por ahí van los tiros (buena expresión castellana en un artículo sobre las armas). Sitúa al personaje Rick perfectamente como traficante de armas, y como apostante por causas justas y perdidas (cono nota marginal digo que esto es un auto plagio, ya que en otra mirada anterior había hablado del dueño del café americano de la película Casablanca). No es ilegítimo fabricar armas, todo mi apoyo para los trabajadores de Navantia que no son responsables en absoluto de a quien venden lo que ellos construyen. No es moralmente ilegítimo el uso de las armas para una causa justa (difícilmente se hubiera parado a la 3ª División SS Totenkops si los resistentes franceses hubiesen emprendido una resistencia pacífica; Palestina ya habría sido arrasada por completo de no ser por las armas en manos de Al Fatah). Otra cosa es que para los alemanes los resistentes fuesen terroristas, igual que Al Fatah lo era para los israelíes, pero eso ya depende del lado en que uno esté.

 Se pueden fabricar y vender armas sin complejo porque es evidente que ese adiós a las armas que todos deseamos no se va a producir mañana, ni probablemente pasado y ante la tesitura de que sólo lleven armas los delincuentes, me resulta mucho más tranquilizadora la presencia de un guardia civil armado de, creo que una Beretta, que sin ella. Tampoco creo que las tropas españolas destinadas a países en conflicto puedan repeler las agresiones con retórica y buenas palabras. Otro asunto es el de que deban estar allí o no.

 Lo que no se puede es vender armas a una teocracia absolutamente impresentable, con el argumento de que no causan daños colaterales porque son de una precisión absoluta. O, mejor dicho, sí que se puede hacer, y se hace. Pero en ese caso lo que resulta hipócrita es hablar luego de derechos humanos, igualdad de la mujer, laicismo y todo ese discurso que quienes no vendemos armas a Arabia Saudí podemos realizar sin mala conciencia, pero quien sí lo hace, hablo de todos los gobiernos, aclaro y no sólo de este de los últimos cien días y pico, al menos debería ruborizarse un poco.

 Por otra parte, en las guerras siempre mueren soldados que dejan viudas, huérfanos, novias, madres hermanos, padres, amigos. No hay conflicto que no deje daños colaterales y víctimas inocentes, que no tienen que estar necesariamente en el campo de batalla. Es algo que hay que asumir y no tratar de olvidar. Se trata, simplemente de evitar los conflictos apurando la diplomacia, pero cuando toca defenderse de un atacante, no queda más opción que luchar o pedir la ayuda de quien está legitimado para garantizar esa defensa, que en este caso son los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y el Ejército Español, nos guste más o nos guste menos, es lo que hay. Y mucho mejor que su fuerza sea lo suficiente para resultar disuasoria, que es, en definitiva, la mejor defensa. En el fondo hay que darle la razón a César: “Si quieres la paz, prepárate para la guerra”.
Y
 ya puestos a repartir palos, esto va de armas, también recomendaría a los podemitas mirar sus relaciones con el régimen iraní, que tampoco se caracteriza por su laicismo y su feminismo precisamente. Aclaro que me refiero a la supuesta financiación de una televisión local madrileña, La Tuerka, por parte de Irán.