Tengo para mi sayo que en España cuando un opinador público no tiene asunto sobre el que opinar, recurre a escribir contra alguien.
A mí ese recurso me parece demasiado fácil, no es que me precie de la agudeza de mi pluma, si no que en español insultar, a poco que uno haya leído a los clásicos del Siglo de Oro es asunto sencillo. Por eso ante la tesitura de verme ante el folio digital en blanco y ayuno de ideas recurro a escribir cartas a mis amigos, que a fin de cuentas es género literario de tan buena familia y linaje como el que más.
Viene este dirigirme a ti, amigo Luis, por tu recuperación de las palabras que usó mi padre, y tantos otros, su niñez y primera juventud, a través de las historias de ese Bonilla el Pecas, al que no le hacía mucha gracia llevar la merienda al medio día a su padre. Tampoco al mío con ocho años le gustaba mucho tener que ir a todo lo alto de Las Lázaras con la olla con la merienda para mi abuelo y mis tíos. Recuperar ese lenguaje que yo conozco por tradición oral y tú de primerísima mano por haber trabajado en el campo, es otra forma de recuperación de la memoria histórica. De cualquier forma, ni es la primera vez que de ti hablo en esta sección ni creo necesitar excusas para dirigirme a ti:tu trayectoria en varios ámbitos de la cultura son prendas suficientes para ello.
Pero no es sólo por eso por lo que te escribo esta carta; es que además hace tiempo que tenía ganas de hacerlo porque creo que lo mereces sobrada y cumplidamente, no sólo por tu contribución a esa recuperación de unas palabras que de otro modo acabarían por quedar únicamente en el diccionario ( y algunas ni siquiera lo están) si no por tu larga trayectoria de entrega a la música coral, y de todo tipo, por tus poemas, tus relatos, y, especialmente, por tu bonhomía, que es, y lo copio de la RAE, Afabilidad, sencillez, bondad y honradez en el carácter y en el comportamiento. No creo que nadie que haya tenido la suerte de conocerte pueda estar en desacuerdo en que esas palabras, todas y cada una de ellas, te cuadran perfectamente.
Naturalmente, y tú lo sabes mejor que nadie, ni tú estás de acuerdo con todo lo que escribo y pienso ni yo contigo. Pero eso creo que son minucias, comparadas con el aprecio y, sobre todo el respeto y la admiración que siento por ti y por todo tu buen hacer literario y musical. Tampoco es algo que te vaya a sorprender, nada de esto que ahora te digo públicamente es algo nuevo para ti, ya que te lo reitero en cada ocasión en que coincidimos, que dadas nuestras comunes aficiones son bastantes a lo largo del año, especialmente en cada ocasión en la que la Coral está presente regalando arte, música y sensibilidad. Regalando, además, parte de vuestro tiempo, que es de vuestra vida. No es la primera vez que digo que el tiempo es el material de que está hecha la vida y, por eso, quien hace generosa entrega del mismo a los demás está donando algo, que puede que no salve vidas como la sangre, pero que no se recupera jamás como ocurre en el caso de la sangre.
Poco más me queda por decirte, si acaso que es una suerte coincidir contigo en este medio en el que ambos dejamos constancias de nuestros afanes literarios, sobre todo por la generosidad con la que enjuicias algunas de mis colaboraciones, que, viniendo de un Maestro con mayúsculas, maestro de la vida, maestro de la pluma, hacen que me sienta especialmente recompensado.
Continúa recordando y recuperando esa cultura de los gañanes, de la gente del campo de la que todos venimos, prosigue en tu labor de no dejar que caiga en el olvido que es exactamente un borrego o un pez, cuando no hablamos de animales.
Un abrazo, Luis.