Un maestro de Historia del Arte, y de la vida, solía decir que teníamos que poner en el insti un museo de objetos de plástico.
Son, decía, lo que representa a este siglo, que entonces era el XX, y a su forma de vivir y consumir. Nunca se llegó a crear el museo, pero yo lanzo de nuevo la idea porque aún se está a tiempo. El teclado en el que esto escribo, los bolígrafos, no todos, pero si casi todos, con los que tomo notas, la maquinilla desechable con la que me afeito, las púas con las que maltrato guitarras...larga es la lista de productos de consumo habitual que se fabrican con materiales plásticos y que al final de su ciclo vital acaban en la basura y el el mar, que es dónde acaban todas las materias de la cuales nos desprendemos.
Y una de las cosas de plástico que más usamos son las bolsas de la compra que nos dan en los supermercados y otras tiendas, como es el caso de la farmacia de la cual ha venido hoy mi hermano con una bolsa reciclable y el consejo de que la conservemos y reutilicemos en otras ocasiones. Y este tema de las bolsas de plástico, que, junto a las toallitas para bebes, son algunas de las lacras que afligen a los vecinos de planeta que son los habitantes del mar, dicen y alertan los expertos, igual que avisaron de la destrucción de la capa de ozono o de la subida paulatina de las temperaturas.
No son pocos los retos a los que tenemos que hacer frente los humanos si queremos sobrevivir algunos siglos más en este planeta. No es la Tierra la que me preocupa, no es la Naturaleza la que me preocupa, una y otra estaban allí mucho antes de que este ser bípedo implume, dicen que pensante, comenzara a deteriorar su medio natural. Y cuando nuestra especie haya desaparecido, Tierra y Naturaleza proseguirán unos cuantos milenios. Tenemos que afrontar que no podemos usar los recursos de la Tierra como si fuesen inagotables, tenemos que asumir que una cosa es adaptar el medio ambiente a nuestras necesidades y otra agostarlo y consumirlo para enriquecer aun más a quienes ya son muy ricos, en detrimento de los que nada o casi nada tienen.
En lo de las bolsas de plástico de la compra, recuerdo cuando acompañaba a mi madre a la plaza de abastos, plaza, para abreviar, provistos de bolsas que llevábamos de casa. Nada que ver con la actualidad. Pero el caso es que hay bolsas reutilizables e incluso biodegradables, más caras, lógicamente, pero tampoco tanto como para no poder asumirlo par parte de vendedores y consumidores. O, como el consejo de la farmacéutica, guardar y reutilizar las bolsas mientras aguanten.
En cuanto a las plásticas tanto me puedo referir a las cirugías correctoras de partes del cuerpo humano que lo precisen o a eso que se da en llamar “artes plásticas”, artes, por mucho que se llamen así, en las que poco o nada interviene el plástico, pero que se llaman así por el hecho de emplear materiales capaces de ser modificados o moldeados por el artista, de igual forma que los materiales plásticos se pueden moldear, también. Pero donde la industria del plástico es simplemente producción de artículos idénticos y en gran cantidad, las artes plásticas promueven la creación de obras únicas, individuales y únicas en las que el artista refleja sus sentimientos, deseos, personalidad a través de la dominación de la materia, que es, en definitiva la expresión máxima de lo que creo que el el cometido, si es que alguno tiene, del hombre sobre la Tierra, la dominación de la materia y el entorno, casi siempre hostil, que nos rodea, dada nuestra condición de antropoides débiles y desnudos poco adaptados naturalmente para la supervivencia.
Bueno es poder emplear bolígrafos baratos, pero también poder disfrutar de creaciones como el David de Miguel Ángel, o de la sencilla y sobria belleza de una Fender Telecaster. El plástico y la plástica. Todo necesario, todo en su momento.