Y sobran lo que Howard Hughes llama, con evidente exactitud, “buscadores de basura”.
Es en la novela “América” de James Ellroy, tras comprar una revista de escándalos y sensacionalismo cuando el multimillonario pide que le busquen “buscadores de basura”.
Nada que ver con el panorama de la información, sobre todo en televisión. Y no es que falten los escándalos, cotilleos y morbo en general, si no que quienes abastecen de basura concentrada las cadenas, se llaman periodistas, con lo cual me alegro de no pertenecer al gremio de los periodistas salidos de las facultades de ciencias de la información, si aún se llaman así, necesitados de ganar el sueldo mensual con el que vivir cada día. Afortunadamente, como cualquier imbécil, a la vista está y yo soy el mejor ejemplo, puede contar cosas y opinar de lo divino y humano, puedo hacerlo por el simple placer de ver escrito mi nombre debajo, o al lado, ahora no lo sé muy bien, del artículo, la crónica o la noticia.
Únicamente debo seguir las muy estrictas normas de esta casa, que se resumen, poco más o menos en la veracidad, el huir del morbo, el sensacionalismo y lo escandaloso como del mismo demonio y escribir de manera acorde con las reglas gramaticales y sintácticas, a ser posible. No es tan difícil, basta con tener claro lo que debe o no debe aparecer escrito o fotografiado sin otra regla que la de no traspasar el buen gusto y, sobre todo, la de respetar a nuestros lectores. Y nada más. Pero tampoco nada menos.
Y, sin embargo, circula por ahí un fulano que falto de toda ética y humanidad, incluso, se llamó amigo de los padres de Gabriel y aprovechó para ganar unos eurillos con el dolor de los mismos, hasta que la madre lo denunció públicamente. Además de sinvergüenza, un poco tonto, digo yo.
El problema es que el sensacionalismo y el amarillismo venden periódicos, suben audiencias, con lo que eso conlleva de aumento de beneficios económicos. El que esto escribe ha ejercido el muy noble trabajo de basurero, que es el que recoge la basura de los demás y la aleja de la vista y el olfato; pero no estaría dispuesto a hacer lo contrario, es decir, a cambio de un sueldo coger la basura escondida de los demás y exponerla a la vista de todos. Para la basura política ya están Policía, Guardia Civil, fiscales y jueces encargados de hacerse cargo de la misma. Pero insisto el problema es que el público o una gran parte del público parece estar interesado en el género rosa y el género negro, para, de ese modo despellejar en redes sociales al famoseo o montar cadalsos cibernéticos en los que ajusticiar a quienes han juzgado previamente por la vía rápida. Y si es verdad que la justicia que es lenta no es justicia, los juicios sumarios no son, precisamente, mi ideal de justicia.
Naturalmente a mí me caen tan mal como a cualquiera los últimos asesinos confesos, cuyos nombres no escribiré; pero confío en el trabajo de las fuerzas de seguridad del estado y de nuestros jueces para que los pongan donde diga la ley que deben estar por el tiempo que tipifique el Código Penal. Como no soy periodista si no mero opinador hay cosas de las que no opino por parecerme que trascienden el campo en el que me siento cómodo y libre para opinar. Por la misma razón y toda vez que tampoco soy jurista no voy a opinar sobre penas a aplicar a nadie.
Faltan periodistas y no es una oferta de trabajo si no la simple constatación de que el que antaño fue uno de los más hermosos y necesarios de los oficios, hoy está convirtiéndose en algo que provoca sensaciones claramente estomagantes. Aire, necesito aire, creo que dijo el filósofo del martillo, pues eso.