Exiliados



Vivimos en un mundo que parece caber en un tuit o en una publicación en Facebook.

 Es decir, banal, frívolo, un mundo en el cual es noticia las cuitas de una chirigota y la hija de un torero y pasan desapercibidas tragedias humanas, como esos niños libios que según Unicef están en riesgo de morir de hambre, unos 400.000. Pero ahora mismo, ¿Quién se acuerda de Libia?

 Supongo que es por esa ola de frivolidad por la cual alguien se ha permitido llamar exiliados a quienes son huidos de la justicia, más o menos justa, pero justicia a fin de cuentas. Que yo sepa los que optaron por quedarse a defender sus ideas lo único que han afrontado es tener que hacerse la cama ellos mismos, algunos por primera vez en su vida, por lo que parece y comer “comidas flatulentas”. Algo, que, así como de pasada, no debe sufrir el huido principal que vive a cuerpo de rey en una suite en un lujoso hotel.

 Siempre han existido exilios dorados y exilios negros, por supuesto. Antonio Machado muriendo en Francia añorando los cielos azules de su infancia sevillana es un ejemplo de exilio negro. Negro, muy negro, fue el exilio de los republicanos exiliados en Francia que acabaron siendo asesinados en los campos de exterminio de Mauthausen y Gussen, en este último, por cierto, seis de la Comarca de Alhama. Se exilia el que todo lo ha perdido: La patria, la identidad, las esperanzas...Catalunya sigue ahí y ahí sigue el Parlament.

 Exilio no tan negro, pero no menos exilio, por más que se le llame emigración fue el de todos los alhameños que tuvieron que repartirse por el mundo en los años sesenta para buscar con qué dar de comer a su familia. Perdón por personalizar, pero a mis padres la ciudad de Barcelona siempre les pareció un lugar extraño, ajeno a sus raíces y la mejor prueba de ello es que retornaron cuando se le presentó la ocasión de un regreso digno. Tal vez la culpa no fue de esa tierra, en la cual aún tengo a casi toda mi familia, si no de ellos o tal vez no hay culpa y, simplemente cumplieron un juramento, que tal vez ni pronunciaron, de regresar alguna vez.

 Tampoco son presos políticos. Preso político fue Marcos Ana, porque el partido al que pertenecía no era legal en España, como no lo era ninguno, por otra parte.

 No me olvido de los niños de Libia, Palestina, Siria, Yemen. Ni de ninguno de los niños que nunca serán exiliados porque morirán antes de tener edad de planteárselo. De hambre, por un bombardeo de alguna coalición liberadora de países oprimidos, al cruzar con sus padres ese mar que los separa de este mundo frívolo en el cual, como en una historia de Mortadelo y Filemón se mira en los maleteros de los taxis, buscando a Puigdemont, como si del juego de buscar Pokémon se tratase.

 Exilio es quedarse en España y tener que ocultar tus ideas políticas, tu tendencia sexual o estar, si eras mujer, incapacitada para comprar, vender o contratar sin el permiso paterno o marital, si estabas casada. Exilio es malvivir escribiendo novelas de “a duro” pese a estar capacitado para otras tareas por ser represaliado por tu desafección al Régimen. Exilio es, simplemente, no poder vivir en tu país como tú quieres. Y hoy en Catalunya existe un parlament catalá y se habla con normalidad en uno idioma oficial y se puede defender legalmente hasta la idea de la independencia, por parte de la minoría que la quiere, lo que no se puede es saltarse la ley, a no ser que seas del partido en el gobierno en cuyo caso es bastante simple el hacer un uso imaginativo de leyes y jueces para acceder a formas alternativas de aumentar el patrimonio personal. ¿Hablo del PP, o de CiU? Dejo que sea el sagaz lector el que lo decida. Yo, personalmente estoy convencido de que todo el peso de la justicia caerá sobre quienes nos han robado muy por encima de nuestras posibilidades sean del partido, la comunidad o el gobierno que sean.

 “En Cartagena se suena/que me han de matar de un tiro/nunca llueve como truena/con esa esperanza vivo”. Lo dicho, con esa esperanza vivo.