… en los últimos 5 años esperando cobrar la ayuda a la dependencia que tenían aprobada.
Más o menos ochenta al día, durante esos cinco años. Pero eso son noticias de las que se publican para cuadrar las páginas de los diarios, porque, evidentemente, resulta más interesante la independencia que la dependencia, la ley de dependencia que impulsó Zapatero y que el gobierno central, digo bien, el gobierno central, parece tener problemas en sufragar. El gobierno andaluz, en esta asignatura saca notable, que no es mala nota para los tiempos que corren. Supongo.
No voy a ser tan canalla como para siquiera sugerir que la muerte de esos dependientes no se produjo por otras causas que las estrictamente relacionadas con la edad, el deterioro del peso de los años o el avance irreversible de su enfermedad incapacitante. Pero sí me permito sugerir que debieron verse sus males agravados por esa espera desesperada y sin esperanza, de esa ayuda a la que tenían derecho por ley, que les fue reconocida en forma legal y reglamentaria. La ley de Dependencia es una ley legal, perfectamente legal y sin indicios de ilegalidad, no como otras leyes o reglamentos, que como dejó casi claro la primera jueza instructora del caso de los ERE, pueden ser ilegales.
Me puedo poner perfectamente en la piel de esos dependientes podría escribir sobre sus dificultades para la vida común y, sobre todo, sobre su estado de ánimo ante la carta que no acaba de llegar, la carta que no llegó. Podría hacerlo. Pero no voy a hacerlo porque creo que hacer literatura sobre el dolor ajeno requiere una pluma mucho más ágil que la mía. “Las uvas de la ira”, de las que ya creo que he escrito, es un buen ejemplo de literatura escrita con el dolor y la humillación de los campesinos estadounidenses a los que la “Gran Depresión” convirtió en mano de obra muy barata, casi esclava de las compañías fruteras. Pero yo no soy John Steimbeck. “Sin novedad en el frente” es otra novela que refleja perfectamente el horror de la Primera Guerra Mundial. Pero yo no soy Erich María Remarque.
De manera que no voy a hacer literatura con el sufrimiento de los dependientes, ni siquiera voy a hacer política con este tema y voy a decir que cada cual vote a quien le parezca oportuno, a las políticas que le parezcan más favorecedoras de sus intereses personales.
Pero sí voy a decir que el hecho de que no haya votado al partido que gobierna y no ha pagado lo que tenía que pagar, que es el 50%, del otro ya se hacen cargo las autonomías, (las que lo hacen) no minimiza el fracaso que para un país significa esa cifra de 150 00 muertos sin cobrar un derecho reconocido, pero al menos mi conciencia está tranquila. No ha sido con mi voto. Con mi voto en Andalucía la Junta ha destinado este año, hasta junio, más de 543 millones al pago de servicios y prestaciones de dependencia. Según publicó Europa Press en su edición de Andalucía del pasado 21 de agosto.
Y dicho lo anterior poco más me queda por añadir en esta mirada de hoy entre triste e irritada, sólo recordar el dato de que han sido 80 muertos diarios. Durante cinco años. Sin Cobrar la ayuda reconocida.
A alguna gente le puede parecer una anécdota. Para mi es el hecho más evidente de que estamos gobernados por gente con una grave carencia de empatía y humanidad. Eso, como mínimo.