Titulo así, aun a sabiendas de que hago publicidad a un producto, porque creo que es la forma más fácil de hacer entender lo que quiero decir.
Igual que al producto liofilizado basta agregarle el agua o la leche para tener café o café o café con leche, a las repúblicas liofilizadas basta con ponerle el entusiasmo de la gente. Eso, más o menos es lo que debieron creer quienes asumieron que bastaba un referéndum ilegal, incluso desde la la legalidad, innegable, del Parlament de Catalunya, era ilegal, para proclamar una nueva nación en forma de república.
Creo que quienes así actuaron obraron de buena fe, en la creencia de que las instituciones catalanas estaban preparadas para afrontar la creación de un nuevo país europeo que sería recibido con los brazos abiertos por la Comunidad Europea y en el cual las empresas, y capitales acudirían presurosos a la golosina que supone un nuevo país con todo por hacer, con las innegables oportunidades de negocio que eso conlleva. Un país en el que las divisiones entre quienes se creen España y quienes saben que son Catalunya serían olvidadas de forma acelerada ante la constatación de que en la República de Catalunya la prosperidad, el bienestar y todas las cosas buenas de la vida, se obtienen de manera fácil, una vez a salvo de la voracidad recaudadora del Estado Español, que roba a Catalunya para subsidiar a otras zonas menos amantes del trabajo, el esfuerzo y el sentido común, (seny) que caracteriza a los catalanes. Andalucía, sin ir más lejos.
Pero, evidentemente, una cosa son los deseos y otra la realidad y quienes en el el Parlament se apresuraron a proclamar la nueva república ahora se encuentran con la dura y cruda realidad de que no había nada preparado para llevar a cabo de forma efectiva la creación de, nada más y nada menos que un nuevo estado, una nueva nación; empresa que requiere de algo más que la voluntad y las ganas. Una hacienda real, un banco central, la garantía de poder controla efectivamente puertos, aeropuertos y fronteras y, supongo que una gran cantidad de detalles del día a día. No sé si hay manuales de “monte su país en quince días”, pero si los hay ni Puigdemont ni el resto del destituido gobierno de la Generalitat lo habían consultado, más allá de comprar urnas chinas, esteladas malagueñas y pasaportes catalanes impresos en Francia. Muy pocas mimbres para un cesto de tal magnitud como un nuevo estado, en mi modesta opinión,
El café soluble es factible por el trabajo previo de liofilización y para apretar un botón que encienda el alumbrado de una feria se precisa un arduo trabajo previo. Eso es, creo lo que no han sabido prever los proclamadores del nuevo país.
En cuanto a si procede o no que una parte de ellos esté en prisión, es una decisión judicial a la que supongo cabe apelar y para eso están sus abogados. Personalmente no me gusta ver a nadie en la cárcel por sus ideas políticas; pero eso pasaba sólo en la España de Franco. Quienes están en prisión lo están por saltarse la legalidad española, legalidad que ellos niegan, pero que es efectiva y real, otra cosa es considerar si había otras opciones. En ese caso creo que no había voluntad de fuga de los que se quedaron y sí en los que huyeron.
Exige el cesado expresident de la Generalitat la libertad de los detenidos, pero creo que lo que debe de hacer es regresar a darexplicaciones, en primer lugar, a toda la gente que confió en él y a la que ha dejado agarrados a la brocha y en segundo lugar a la justicia del Estado español al que todavía pertenece. Cuestión aparte es que la historia pueda absolverlo o concederle algún mérito, más allá de saber trasladarse a Bélgica de forma sigilosa. Lo del papel del “gobierno en el exilio”, creo que le viene grande. Como han demostrado las autoridades belgas a las cuales, creo que le supone un incordio la presencia de Puigdemont.
Igual que a los secesionistas, a mí hay muchas cosas que no me gustan de España, entre ellas su forma de acceso a la jefatura del estado, su gobierno central, su presidente del gobierno, la mayor parte de la oposición que no sabe hacer su trabajo o no quiere hacerlo, que es del de convencer a la ciudadanía de que es posible otra forma de resolver los problemas de este país. Podría seguir con la lista de cosas que no me gustan de España. Pero con todo no se me ocurre proclamarme ciudadano del País de las Maravillas, del País de Nunca Jamás o de la Tercera República Española, simplemente porque ninguno de esos países, hoy por hoy, tiene ninguna posibilidad de convertirse en realidad. Exactamente como le ocurre a la República Catalana, creo.
Para hacer Política, es prioritario no confundir los deseos con la realidad y eso vale para todos los partidos políticos que actualmente hay en esta parte del mundo. Hay quien parece no haberse enterado de que los Reyes Magos son los padres.