Cuando la realidad me supera o, simplemente no la acabo de entender, uno de mis refugios es el blues.
Y es en esa región musical donde he encontrado la inspiración para una mirada que quiero ausente de temas de política y conflictos varios, no sólo del conflicto catalán sufre el hombre, y centrada en temas que, pese a poder ser conflictivos, al menos no creo que susciten la visceralidad energuménica a la que asistimos en los últimos tiempos.
Aunque la leyenda del efecto mágico que produce el hueso de un gato negro es antigua, aparentemente antigua, es en el mundo del blues y su mitología de magia, mojo y tratos con el diablo donde está más presente el “black cat bone” que da invisibilidad, suerte, salud, prosperidad y amor. Lo de la invisibilidad emparenta al hueso del gato negro con el mágico anillo de Frodo y es, qué duda cabe, útil. Pero mucha más utilidad tendría si hiciese desaparecer, sin que les doliese mucho, aclaro, a unas cuantas personalidades de la vida pública, cuyos nombres están, me temo, en la memoria de todos. También aclaro que al decir “desaparecer”, me refiero a que fuesen enviados a otro plano de la realidad donde viviesen felices, pero sin incordiar como ahora lo hacen.
Como se da el caso que no quiero ofender a nadie, especialmente a mis amigos amantes de los gatos, no voy a dar la receta para obtener el hueso del gato que produce los prodigios arriba señalados, toda vez que es un método bastante cruel para el pobre gato negro que seguramente cree que a quien les da buena suerte los huesos de gato negro es a los gatos negros, precisamente.
Lo que sí es cierto es que “Blak cat bone” es el título de una canción, creo que de Johny Winter, en la cual el protagonista se queja de que las cosas le van mal últimamente, lo que nos lleva bastante directamente a la situación de la que quería huir en esta mirada, la de que estamos todos bastante fastidiadillos, los días buenos, y completamente jodidos, los malos días. Tampoco supone ninguna novedad que el protagonista de un blues, una canción country, una milonga argentina o un fandango de Triana, esté pasando por una mala racha, que probablemente se alargue por toda su vida, toda vez que los tiesos, en su octava acepción, siempre están peor que los que tienen el riñón cubierto. Y eso independientemente del color de su piel, inclinaciones sexuales, ideología política o de la bandera que le haya sido impuesta.
Si toda la gente que anda en malos días, que de repente se convierten en semanas, meses y años, tuvieran que confeccionarse el amuleto con el hueso del gato negro, seguramente la población felina de ese color no daría abasto a satisfacer la necesidad de algo en lo que creer. Se puede creer en la bondad de los huesos de gato negro, o en cualquier otra cosa que proporcione alivio temporal o esperanza más o menos permanente. Para no entrar en detalles que puedan herir sensibilidades omito referirme a que otros objetos pueden ser utilizados con la misma función de los “blacks cats bones”. Ponga el lector el que más se adecue a su forma de ser, sentir y estar en el mundo, el arsenal de objetos a los que acudir es bastante amplio.
Pero, con todo, la mejor forma de solventar los problemas es trabajando y luchando para conseguir una sociedad en la que quien quiera amuletos los use solamente para buscar el amor, es decir, una sociedad en la que el trabajo que proporciona el sustento diario esté garantizado y la salud o la asistencia sanitaria sea la mejor posible. Tampoco está de más que el suministro de agua potable se pueda obtener todos los días a todas las horas, yo a mi hueso de gato negro virtual es prácticamente lo único que le pido ya. A ver si funciona.
Les dejo con la versión de “Blakc cat bone” de Samantha Fish, no porque crea que es la mejor, pero es una de las que más me gusta. Musicalmente, oiga.