Pase lo que pase el domingo en Cataluña yo voy a seguir igual.
Voy a seguir leyendo autores catalanes en castellano y en catalán, escuchando canciones de Serrat, disfrutando de la gastronomía de esa tierra, en especial de las tostadas “catalanas” que tan magistralmente preparan en cualquier bar de este rincón de España que habito. Continuaré comprando libros editados en Barcelona e impresos en Sant Andreu de la Barca (Barcelona), aunque tenga que pagar un poco más. Si llega el caso.
Del mismo modo voy a seguir fiel a la memoria, que no a la nostalgia, de esa tierra que acogió a mis padres, y a mí mismo y les dio la oportunidad de poder cambiar su sudor, mucho sudor, por los salarios con los que mantener la familia y educar a sus hijos. Que me dio a mí la oportunidad de cobrar mis primeros sueldos con los que contribuir a la economía familiar y sufragar mis moderados vicios. No voy a renunciar a esa Cataluña, esa Barcelona en la que durante todo un curso de BUP una compañera de clase y yo nos comunicábamos ella en catalán y yo en castellano, porque ella se expresaba mejor en su lengua natal y yo en la mía, pero, sobre todo nos entendíamos por las ganas de entendernos y porque la empatía y la simpatía siempre ayudan al entendimiento.
Pase lo que pase el domingo yo voy a seguir tratando a mis familiares y amigos de Barcelona como hasta ahora lo vengo haciendo sin dividirlos en independentistas o no, sin fijarme en si son del Barcelona o del Real Madrid o del Español y viendo en ellos, únicamente lo que para mi son: Mi tía, Fina o Dolores, mi primo, Jacob o Juanjo o mi amigos Antonia, Fermín, Alfredo...Como en la canción de Aute, “Y nada más, apenas nada más” , que ser amigo de mis amigos, sobrino de mis tíos y primo de mis primos.
Porque no quiero que una de las dos Cataluñas, ni una de las dos Españas me rompa el corazón. Y ya no soy un españolito recién llegado al mundo si no que llevo en él el tiempo suficiente como para haberme hecho una idea, más o menos cabal, de cómo quiero que sea ese mundo mío, Y en esa idea mía del mundo, las banderas, las fronteras y las divisiones artificiales para dividir a los humanos, lo mismo que las razas, las religiones o los colores de la piel tienen una importancia muy, muy secundaría.
Hijo de esos comunistas que se opusieron al Franquismo, como mejor pudieron, nieto de refugiados, he llegado a la conclusión de que el mundo es de todos y sólo la apropiación de los recursos del mismo por la parte minoritaria que tiene el poder para hacerlo, ha creado fronteras, países, (véase esa Arabia Saudí, creada por Inglaterra, ese Israel creado por el lobby judío de los estados Unidos o muy recientemente la destrucción sistemática de Yugoslavia con el beneplácito y los bombarderos de Europa) y ha enfrentado a unos pueblos contra otros para defender los intereses de ninguno de los dos.
Ellos, pueden hacer lo que quieran el domingo, ellos, unos y otros; pero a mí no me van a secuestrar las vivencias, los recuerdos, las emociones de esos primeros años de mi vida pasados en un país bien distinto del que ahora quieren construir algunos. Una Cataluña orgullosa de ser la antesala de Europa, una Cataluña en la que todos cabíamos independientemente del idioma en que pensásemos o hablásemos. No estoy seguro de que la nueva Cataluña resulte un lugar tan cómodo para vivir y es por eso que yo apuesto claramente por la de mi memoria.
Pase lo que pase el domingo yo sigo conectado a la Cataluña de mi niñez y mi juventud, porque esa, no me la pueden robar y en esa soy yo el que pone la bandera. Que no es ni la senyera, ni la estelada ni la bicolor, por cierto.