Entre los muchos cachivaches tecnológicos hoy caídos en el más completo olvido, están los que nos permitían la grabación y reproducción de sonido.
Casetes, radiocasetes, loros, en lenguaje coloquial, en definitiva, con los que todos los que hemos tenido alguna vez el gusanillo de ponerse un micro frete a la boca hemos jugado, trasteado y manipulado. Y que mis lectores que hayan colaborado alguna vez en la desaparecida Radio Alhama, “La radio que nos une”, seguramente recordarán. De mi sé decir cuál fue mi primer artefacto de tales características, allá por mis doce o trece años, regalo de un hermano de mi padre, emigrante en suiza. Incluso recuerdo perfectamente que mi primera cinta virgen la compré en unas vacaciones en Alhama a Morenito padre, más o menos con la misma edad.
Casetes, radiocasetes, loros, en lenguaje coloquial, en definitiva, con los que todos los que hemos tenido alguna vez el gusanillo de ponerse un micro frete a la boca hemos jugado, trasteado y manipulado. Y que mis lectores que hayan colaborado alguna vez en la desaparecida Radio Alhama, “La radio que nos une”, seguramente recordarán. De mi sé decir cuál fue mi primer artefacto de tales características, allá por mis doce o trece años, regalo de un hermano de mi padre, emigrante en suiza. Incluso recuerdo perfectamente que mi primera cinta virgen la compré en unas vacaciones en Alhama a Morenito padre, más o menos con la misma edad.
Y fue la mía una relación de amor autentico con aquel primer casete, no tenía radio, con el que hice mis primeras grabaciones con un micro de aspecto bastante profesional, entonces ni soñaba que alguna vez me iba a ser concedido poder estar frente a un micro profesional en una verdadera radio, Radio Alhama en la que pude dar rienda suelta a mis deseos de dirigirme a mis paisanos a través de las ondas, por eso esta mirada de hoy tiene un ton algo melancólico, no tanto por la pérdida, o abandono de aquellas cintas de casete y aquellos loros de mi juventud, sino más bien por aquella radio que entre todos hemos dejado morir, unos más y otros menos, y que tantos y tan gratos recuerdos trae, no sólo a mi memoria, sino también a la de un buen número de antiguos colaboradores de la misma.
Casi todo el material con el que hemos realizado nuestros pinitos como aprendices de aquellos locutores a los que todos hemos admirado, o hemos grabado nuestra música preferida, hoy están absolutamente obsoletos y fuera de uso, gracias a las muchas prestaciones que el ordenador personal nos permite y los que hace unos años permanecíamos a la espera de nuestra canción con el radiocasete preparado para su grabación, hoy, simplemente la buscamos en internet sin más.
Pero estoy seguro de que igual que yo, hay bastante gente de la de mi generación que aún conserva en viejas cajas de zapatos bastantes cintas de casetes, originales o grabadas a mano con la música de su juventud, y, como yo, seguramente siempre se dicen que a ver cuándo tiene un momento para darle una oída, equivalente, supongo a “dar un vistazo” a esas colecciones.
Capítulo aparte merece en esta mirada retrospectiva de hoy, tal vez por huir del hartazgo de la política nacional, el mundo de los vinilos, en especial de los discos de larga duración, long plays, los elepés de toda la vida, que forman una parte esencial también de nuestra educación sentimental y que comparados con las casetes tenían las ventajas, o tienen, de una mejor calidad de sonido y unas portadas que en algunos casos eran obras de arte y que fomentaban el coleccionismo. Creo que con los cedes hemos perdido parte de ese encanto, pero hemos ganado la facilidad de uso y, no hemos ahorrado un dinerillo en comparar agujas de tocadiscos, palabra a la que acudo ignaro como soy del equivalente en la lengua de los ingleses.
Cada época tiene sus referentes y recuerdos y aún puedo evocar aquellos guateques que organizaban las hermanas menores de mi madre y a los que yo, niño de pocos años asistía, más como incordio que como invitado, hablo de los primeros sesenta del siglo veinte, luego ya, en la primera juventud los repetiría ya como integrante de pleno derecho de los alegres danzantes y bebedores.
Del mismo modo que el casete sustituyó a esos tocadiscos “de maleta” de mi infancia las nuevas tecnologías han desplazado a las cintas por las que hoy lloro.
Pero ayer, hoy y mañana la música como mejor se oye es en vivo y en directo y esta noche mismo en la Feria de Alhama tenemos a la EMAG y a Mama Llama para poner la banda sonora a los recuerdos y radio recuerdos que esta mira pueda evocar. Si has terminado de leer la mirada justo después de su publicación, aún estás a tiempo. Nos vemos en la caseta municipal.