Espejos



Creo que fue Borges el que escribió que no le gustaban los espejos porque duplicaban el número de hombres, igual que la cópula, según él.

 Como los campos de la philosophía de lo cotidiano son tan amplios como lo que nos rodea cotidianamente, incluso los humildes, o no, espejos con los que por la mañana afrontamos la tarea de restaurarnos y presentar un aspecto lo más civilizado posible, tienen cabida en las reflexiones de quien reflexiona de manera diletante. Máxime si, como es el caso, la idea de esta mirada surgió en una noche de risas compartidas en un grupo de wasap en la que surgió, a través de una amiga muy querida, la historia o parte de la historia del espejo que ilustra esta mirada. Espejo de antigua factura, de ese tiempo en el cual era posible dedicar horas a la creación de un objeto bello a la vez que útil, elaborado, creo, con maderas nobles y construido con la finalidad de reflejar, ver y callar. El silencio de los espejos, es tal vez, su más atractivo encanto, puesto que son casi los únicos que nos pueden ver en nuestros momentos más delicados y los que conocen bien el aspecto que tenemos un lunes por la mañana antes del proceso de humanización.

 El espejo de mi amiga, que es, ya se ha comentado, antiguo, debe haber visto y reflejado a no sé cuántas generaciones de familias; tan solo con las historias que ha debido retener desde su ubicación en un caserío del norte hasta su actual ubicación en la casa de mi amiga, daría para una de esas novelas densas, llenas de personajes con vidas intensas, o atormentadas o felices, o tal, vez, con todos esos ingredientes a la vez. Sería interesante seguir el rastro de esa gente y conocer y dar a conocer sus vidas, o la parte de sus vidas que ellas quisieran contar.

 Surgió también en esa noche de risas y amistad del grupo de wasap una leyenda que afirma que todos los espejos guardan todo lo que han visto reflejado, posibilidad que, dados los últimos descubrimientos de la física cuántica, que afirman que a nivel cuántico el futuro determina el pasado, yo no me tomaría muy a broma. El día que China despierte, dijo Napoleón, el mundo temblará y el día que despierten los espejos, temblará la humanidad, sabedora de que ya ningún secreto estará a salvo.

 A mí, particularmente, los espejos me resultan inquietantes, aunque callen, porque me hacen pensar en la posibilidad de una realidad alternativa en la cual mi alter ego, mi otro yo vive una vida paralela a la mía y cada mañana se afeita tomándome a mí como reflejo, para después continuar su vida, que, como no se la que es, no invento. Sólo coincidimos en los pocos momentos en los que necesito saber que aspecto tengo, generalmente para remediarlo en lo posible.

 Y este es uno de los grandes problemas que ocasionan los espejos en algún tipo de gente que vive pendiente de la tiranía de ellos: el no saber aceptar que la vida, el paso de los años, las experiencias vividas, los amores, los desengaños, las alegrías y los dolores, en definitiva, la vida (vuelvo al principio) nos va dejando huellas más o menos indelebles, por medio de arrugas, cicatrices, manchas en la piel o falta de pelo donde solía haber flequillo rebelde. Y, obviamente, el espejo que es tenaz divulgador de la realidad, nos va contando nuestra vida y haciéndonos notar los deterioros. Por suerte la edad suele dar la sabiduría necesaria para que eso nos importe menos que los aspectos positivos de cumplir años (amigos conocidos, libros leídos, lugares disfrutados en viajes, cervezas bebidas, músicas escuchadas…) Es, en el caso de la gente muy joven en la cual los espejos suelen dar más problemas, sobre todo si el mismo no devuelve una imagen que se adecue a lo que la sociedad o las redes sociales o los compañeros de clase, consideran que es la ideal y la que debe ser con todos los problemas de acoso que eso conlleva. No podemos romper los espejos, pero sí que podemos decidir ser nosotros mismos y, sobre todo, enfrentarnos a los acosadores con las armas que la civilización y la ley pone en nuestras manos, que básicamente pasa por meter en la cabeza de los humanoides acosadores que todos somos distintos y que la uniformidad está bien sólo en los ejércitos, los equipos de fútbol y los cuerpos policiales, para el resto de los cuerpos, cuanta más variedad de formas , colores, pesos, medidas e indumentarias, mucho mejor.