Pese a que a algunos cachorros de independentistas parece molestarles que su “patria” sea mancillada por el turismo.
Como español que conoció el antiguo régimen, tengo que agradecer a aquellos primeros turistas de los años cincuenta y sesenta el que con su presencia, costumbres, mucho más libres que las que por aquel entonces eran habituales entre nosotros, y formas de pensar, sembraran “a manta” las semillas de la libertad, al menos de pensamiento, que después fructificarían en un proceso, del que todavía hoy disfrutamos, incluidos esos nacionalistas anti turistas.
Yo mismo he sido turista y no descarto volver a serlo en cuanto se presente la oportunidad y vivo en un pueblo en el que con la llegada de los calores más rigurosos aumenta perceptiblemente la población no habitual y reconocible como lo que por aquí llamamos forasteros, condición que adquirimos todos los lugareños en cuanto salimos del lugar en el que somos vecinos. Considero además que la presencia de esa gente durante el verano no sólo no es molesta en absoluto si no que contribuye a que el ambiente sea más animado y que los establecimientos hosteleros y el comercio en general puedan mantenerse a lo largo del año, cosa que me beneficia, toda vez que suelo frecuentar esos establecimientos durante todo el año.
No es el turismo lo que causa problemas, es la masificación y, sobre todo, la permisividad con comportamientos indeseables siempre, los protagonicen los turistas o los locales, como por ejemplo las borracheras escandalosas y multitudinarias de turistas atraídos por los precios muy baratos, en comparación a sus países de origen, y que carecen de la más mínima educación, saber estar y saber beber, entendiendo el beber como una actividad social, es decir, como una forma de relacionarse con los demás y no como el mero trasegar alcohol barato hasta perder el sentido. La falta de esos saberes creo que es atribuible a Margaret Thatcher, gran impulsora de las políticas liberales, en lo económico que ahora todos en una u otra forma padecemos y que son las causantes de que, ni los turistas de alcohol tengan educación, ni los ayuntamientos recortados, fondos para tener las plantillas de servidores del orden público necesarias para imponer la ley adecuadamente y proteger el descanso y la higiene de sus vecinos.
Pero, naturalmente, no todos los turistas corresponden al perfil arriba señalado, no voy a caer en decir que hay un turismo de calidad y un turismo de alpargatas porque considero que lo único que debe exigirse a cualquier persona, sea turista, local, turista de Mercedes o de alpargatas es el cumplimiento de las leyes y costumbres que el civismo, la buena educación y el saber estar establecen y que se pueden resumir muy brevemente: “hagas lo que hagas no molestes a los demás”.
Bienvenidos sean todos los turistas independientemente de su nivel económico y de lo que busquen entre nosotros. Porque esa es otra forma de dividir a quienes nos visitan, no el destino por el que optan si no lo que buscan en él. No es lo mismo el turismo de playa, que el cultural o el gastronómico. Pero lo cierto es que nuestro país tiene historia, arte, gastronomía, playas e interés suficiente para atraer a todo tipo de turistas, busquen lo que busquen y es tarea de las autoridades locales el facilitar la adecuada convivencia entre turistas y locales, y de los propietarios de negocios de hostelería el no inducir a la masificación que solo puede traer pérdida de calidad de la atención, tanto para locales como para forasteros. Con todo lo que ello conlleva en detrimento de los propios establecimientos y en las condiciones de trabajo de sus trabajadores.
Por lo demás bienvenidos sean cuantos vengan a disfrutar de nuestro país recordando que aquí vienen en calidad de invitados y que las normas de cortesía, respeto, higiene y correcto aliño indumentario no son de obligado cumplimiento, pero si muy recomendables. O dicho de otro modo “buena presencia y modales, abren puertas principales”.