No está en nuestras manos traer la Tercera. El espíritu acomodaticio de los votantes y su miedo al futuro no permite ni siquiera soñar con el regreso de la tricolor.
Por lo tanto, hoy no tengo nada que celebrar, ni el Viernes Santo, ni el aniversario de una República liquidada dos veces, una en la guerra civil, la otra en la Transición con el consentimiento de casi todos los actores que hicieron posible la llegada de la democracia parlamentaria, tal vez no del gusto de todos, pero sí, al menos, de una mayoría convincente a la hora de contar papeletas.
No está en nuestras manos otra cosa que intentar hacer lo posible para que el sueño de una noche de verano, 18 de julio, que se convirtió en una larga pesadilla que estoy por decir que perdura, se trasforme en una mañana con un día claro y soleado. No podemos traer la república pero si está en nuestras manos trabajar activamente para que los ideales de justicia, libertad, progreso , solidaridad y cultura que estaban en el espíritu de la segunda república, al menos en sus inicios, no muera nuevamente bajo la losa aplastante de la desidia, del conformismo, del “todos son iguales”, del repudio a la política y los políticos, del encogerse de hombros ante tantas cosas ante las que nos encogemos, para seguir con nuestras más rancias tradiciones.
Nada tengo en contra de ninguna tradición, cada uno es libre, al menos en este caso si es verdad, para ponerle la vela al santo que quiera o no ponérsela a ninguno. Sí estoy en contra de dejar todo en manos de los políticos, sí estoy en contra de la acracia de derechas, liberalismo económico por otro nombre, que propugna la progresiva desaparición del estado y dejar en manos del mercado todo cuanto atañe al bien común. Sí estoy en contra de la objeción fiscal, de pretender tener servicios públicos de primera calidad sin tributar…
No está en nuestras manos hacer que el proyecto de que la jefatura del estado sea elegible resulte ilusionante para una mayoría de ciudadanos que “pasan de la política”, que “no entienden de política”, pero que luego se dejan arrastrar por el primer iluminado que se ponga a disposición, llámese Jesús, Pablo o Pedro (no es una metáfora religiosa, por aquello de la Semana Santa) prometiendo el cumplimiento de todos los sueños posibles sin trabajo, sin esfuerzo y sin complicaciones.
No está en nuestras manos cambiar la forma de pensar y actuar de la gente que nos rodea, sí está, sin embargo, a nuestro alcance cambiarnos a nosotros mismos, cambiar nuestra forma de actuar y parar de dejarnos llevar por la inercia de lo que nos rodea para intentar, digo intentar, acercar nuestros actos al cumplimiento de nuestros sueños. No se me escapa que nada es fácil ni inmediato, pero quedarnos donde estamos, quejándonos de todo y de todos y achacando todos nuestros males a los demás, (el gobierno, los políticos, Europa, El Euro, los inmigrantes, los impuestos, los rojos, los azules, los morados, los republicanos, los monárquicos, los masones, los Iluminati, el Opus, el Club Bilderberg, la OTAN, Trump, Putin, Merkel, Le Pen…) no va a hacer que nuestra situación mejore en nada. Indagar en nosotros mismos y discernir qué hemos hecho mal, y alguna responsabilidad seguro que tenemos todos, si quiera la de haber votado o no haber votado. Y actuar en consecuencia.
Yo ya he llegado a la conclusión de que sin dejar de ser republicano platónico voy a dejar de soñar en un futuro republicano y me voy a concentrar en hacer todo lo posible para que mis sueños más a plazo medio, se hagan realidad. Que en mi caso pasa por desalojar al inquilino de la Moncloa. Al de la Zarzuela no podemos, por ahora, pero al de la Moncloa sí.
Después, si es que se consigue, ya veremos que nuevos proyectos me propongo. Recordarle al nuevo inquilino cual es su deber, que no es otro que el de devolver a la ciudadanía la confianza en los poderes públicos y en ella misma para que se ponga a trabajar para resolver los muchísimos termas que aún tenemos pendientes.